Capítulo trece

13 0 0
                                    

—Espero que estés bien, Mariet. Cielos, como quisiera ver cuánto has crecido...Estoy orgullosa de ti.

—Estarías furiosa si supieras la cantidad de estupideces que he hecho.

—Aunque te conozco, alguna tontería hiciste, ja, ja...Ay, seguro que tienes muchas preguntas. No tengo todas las respuestas, pero voy a intentarlo. Primero, no quise entregarles las grabaciones junto al testamento, porque creí que sería un golpe muy duro a ambos. Preferí que pasara el tiempo y que después vieran las grabaciones, sé que tú o tu padre se hubieran dado cuenta en donde dejé la USB. Y segundo, sobre tu padre.

—Padrastro. Ya iniciamos mal—respondió Mariet cruzada de brazos.

—Yo sé que ustedes empezaron mal, y yo no estuve mucho tiempo para apoyarlos, pero él es un buen hombre y quiero que sigas junto a él. Quiero que se cuiden el uno al otro.

—Por dios, no lo defiendas, mamá, ¿qué viste en él? ¿Qué máscara te mostró? —respondió Mariet frustrada, frotando su frente con la yema de sus dedos.

—Sé que tiene poco paciencia y un carácter fuerte, lo sé, pero también sé que tú también retabas su paciencia y no hacías las cosas fáciles. Oh, sí, señorita, sé sobre tus escapadas de la escuela a la casa, ¿cuándo te enseñe que cuando las cosas son difíciles te debes rendir y volver a tu zona de confort?

—Nunca—respondió Mariet sintiéndose regañada como niña pequeña.

—Nunca. Yo te enseñe a que ante los problemas...

—Los enfrentas y los miras de frente—repitió Mariet al mismo tiempo que su madre.

—Sé que fue duro. Pero Mariet, si Voyage fuera peligroso, créeme que jamás hubiera dejado que se acercara a nuestra vida. Él realmente nos ama, y veló por nosotras cuando yo no pude. No quiero que se rompa ese lazo familiar. Promételo hija. Si hay algún problema, haz las paces, no lo dejes solo.

—Perdón, mamá—respondió Mariet recostando su cabeza encima de la mesa. Aguantaba las ganas de llorar y toda esta sensación negativa recorriendo su mente.

—Mariet, quiero que sepas que sé que puedes hacerlo. No importa donde vayas, lo que decidas o que yo ya no esté—su madre se quebró en llanto—. Yo te voy a cuidar siempre, nunca voy a dejar de quererte...Te amo, mi niña.

El video se terminó.

—Perdóname, mamá—respondió Mariet con algunas lágrimas recorriendo sus mejillas—. Yo también te amo, perdón.

Mariet iba a quitar la USB, pero dudó, vio un video con el nombre de Voyage y una carpeta. Una pequeña voz en su cabeza le decía: «No te tortures así, déjalo», pero la otra le susurraba tentándola: «Termina con esto y míralo».

Al final Mariet abrió la carpeta y vio algunas fotos, escaneos de documentos, como cuentas de banco y números de teléfono. La mayoría eran viejas fotos escaneadas; fotos de ella con su madre, con Voyage, los tres juntos pasándola bien. Le trajo tantos recuerdos de golpe. Abrió el video, pero quitó el audio, no tuvo fuerza para escuchar el video. El video comenzó con su madre tomando una cámara de video antigua de las que se cargaban en el hombro, su madre caminó hasta la sala y vio a Voyage cantando muy alegre junto a una Mariet de catorce años mientras que él le hacía trenzas en el cabello.

Su madre sacudía la cámara al ritmo de la música, mientras la cámara apuntaba a Voyage y Mariet cantando. Mariet activó el audio, se escuchaba de fondo la canción de Boogie Wonderland. Voyage y Mariet la cantaban al unísono mientras su madre la tarareaba.

—Yyy listo—respondió Voyage terminando la trenza—. Wonderland quedó lista.

—¿Te gusta tu peinado, hija? —preguntó su madre.

Historia PausadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora