Nuestro cerebro no puede procesar todos los estímulos que recibe, así que para ahorrarse energía selecciona y filtra la información. Todos tenemos unos esquemas a través de los cuales interpretamos el mundo y aquello que nos sucede. Para cada uno de nosotros lo que selecciona y filtra nuestro cerebro es la realidad. Estos esquemas son subjetivos y se van creando y fortaleciendo en función de nuestra educación, entorno y experiencias.
Pero, a veces, nuestro cerebro falla al procesar esa información y hace que percibamos las cosas de una forma alejada de la real.Cuando interpretamos erróneamente la información de nuestro entorno, aparecen las distorsiones cognitivas.
Cuando queremos descubrir el porqué de un estado emocional, tendemos a fijarnos en los acontecimientos que ocurrieron. Si te pregunto: «¿Qué tal fue tu día de ayer?», seguramente dirás «bien» o «mal» en función de lo que te pasó.¡Pero esto es un error! Los acontecimientos (A) no nos causan directamente consecuencias emocionales (C). Entre ellas… está B, que son los pensamientos o creencias acerca de las cosas que nos pasan. Lo que provoca las consecuencias emocionales no son los acontecimientos, sino nuestras creencias. Por ello una misma situación puede generar distintas consecuencias emocionales dependiendo de la persona y el momento.
¿De qué están formadas nuestras creencias (B)? De nuestros miedos, metas, valores, historia personal, experiencias, debilidades, fortalezas, etc.
Imagina que has quedado con un amigo para comer, pasan 40 minutos y no llega. El acontecimiento es que tu amigo llega tarde (A). Ante eso, tú podrías pensar (B): «Seguro que no soy suficientemente importante y por eso se le ha olvidado» o «No soy una persona divertida, seguro que no ha venido porque le aburro». Sin embargo, también podrías pensar: «Puede que le haya pasado algo» o «Habrá tenido un imprevisto; en cuanto pueda me llamará». Por tanto, lo que desencadenan nuestras emociones no son los acontecimientos objetivos, sino cómo los interpretamos.
Las distorsiones son muy frecuentes en trastornos de ansiedad, depresión, adicciones, fobias o problemas de autoestima y agravan nuestro malestar. Hay de muchos tipos, pero estas son las más comunes:1. Razonamiento emocional: Consiste en usar las emociones como única evidencia para evaluar una situación. Se toman las emociones como hechos objetivos y definitorios. «Siento que no valgo para nada; eso es porque no valgo para nada».