10. Mi señor señora

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Le habían estado ocurriendo muchas desgracias en muy tiempo que apenas y podía procesar los hechos, pero actuar por instinto era algo que agradecidamente permanecía en él.

Tomar al soldado del brazo y obligarlo a quedarse dentro de la habitación no fue planeado, ni siquiera haber estado semi-desnudo a mitad del cuarto fue intencional, porque todo lo que quería era un poco de paz en momentos caóticos.

Cerró la puerta detrás suya y colocó la bandeja del desayuno como tope para que esa maldita puerta no pudiera abrirse otra vez por accidente ni desde afuera.

Estando de espaldas, tuvo el detenimiento para cruzar los bordes de la yukata y atar un nudo con tanta fuerza que sus manos quedaron ardiendo por unos segundos. Suspiró escuchando las disculpas del contrario detrás suyo, y por su respiración agitada era fácil deducir que se pondría a gritar en cualquier momento, por lo que actuó rápidamente una vez más.

Puso su mano sobre su boca, sus ojos color dorado temblaban por el pánico y eran obvias sus razones, pero no podía permitir más escándalo del que ya había creado. La mirada de Chuuya era de preocupación y un nerviosismo que no sabría explicar, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer o qué no hacer, no recordaba ni el nombre del chico al que le impedía hablar.

Kouyou muchas veces le dijo que quizás no se trataba de saberlo, y que sólo debía dejar que las cosas fluyeran. Sin embargo, todo fluía del carajo, y ya no le quedaban muchas opciones ni suficiente sanidad mental.

— Voy a... v-voy a dejarte, quitaré mi m-mano y tú... tú no vas a gritar, ¿sí?– trató de negociar con el otro pelirrojo, con una bandita en la nariz por alguna razón — Contaré ha-hasta tres... uno... d-dos...

En cuanto quitó su mano, el contrario jadeó inhalando tanto oxígeno como le fuera posible, dejándose caer contra la pared detrás suyo y cerrando los ojos por unos breves instantes. No sentía miedo de Ozaki... o más bien, de Chuuya.

Volvió a abrir los ojos parpadeando con rapidez, aclarando las ideas dentro de su cabeza para que su boca pudiera decirlas, tomándose un segundo para analizar a la otra persona de arriba a abajo.

No había nada de raro, excepto por el pequeño -no tan pequeño- detalle que ahora conocía, y no cambiaba mucho, a decir verdad.

— Tú... ¿tú quién eres?– preguntó el soldado confundido, haciendo una mueca de confusión — Te pareces mucho a... ¿y qué haces en su...? ¿Por qué traes puesto...? ¿Eh?

— Hola, buenas– le saludó Chuuya de primera instancia, se veía evidentemente incómodo y rígido — Soy C-Chuuya, pero hay una m-muy buena explicación para esto, te lo juro

— Ajáaaaaa... bueno, yo soy Tachihara, un gusto creo

— S-Si, hola, Tachihara– alzó su mano en señal de saludo, esperando a que el otro la tomara, aunque él se detuvo a mirarlo con desconfianza — Yo... y-yo...

Su voz se comenzaba a quebrar, no entendía por qué estas cosas le sucedían, y menos en estos momentos. Sus manos temblaban, el hueco en su estómago le daba náuseas, el sudor frío recorría su espalda y no sabía ni por dónde empezar.

— Yo soy un puto desastre ahora mismo, lo siento tanto, soy... soy una farsa, soy una mierda, soy t-tan despreciable que no entiendo por qué me diriges la palabra, soy un...

Mentiras azules // SKKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora