Única parte

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Era durante el día, que Rashta había decidido visitar el cuarto de arte, donde estaban todas las pinturas hechas del emperador, ex emperatriz, sus padres, etc. Rashta observaba todo de una manera alegre, viendo como Sovieshu era retratado en un árbol, como si fuese un dios.

Rashta amaba demasiado a Sovieshu, pero él a ella no lo hacía.

A pocos metros de Rashta se encontraba Sovieshu tirado en el suelo, frente a la última pintura que había de la ex emperatriz Navier. Él lloraba, parecía estar borracho, seguramente en la noche se la había pasado tomando tratando de olvidarla.

"Vuelve, porfavor."

Repetía una y otra vez entre llantos y golpes el hombre, quien no se había percatado de la presencia de la albina, quien observaba todo a pocos pasos del hombre, con los ojos llorosos.

Se suponía que ella ahora debía ser feliz, que ella ahora que era la emperatriz, iba a ser amada y venerada por todo aquel que habitase en el imperio.

¿Pero qué sentido tenía si él hombre al que amaba, deseaba a otra mujer que no era ella?

Las lágrimas caían suavemente del rostro de la mujer hasta llegar a la barbilla, para luego caer hacia el suelo.

Rashta quiso irse, pero no pudo. El vestido la hizo tropezar para caer, haciendo un escándalo y causando que, al tratar de agarrarse de una de las tantas mesas que se encontraban en la sala, esta también callese provocando un ruido sordo.

El ruido sonó, llamando la atención del pelinegro, quien voltearia para ver quien o que había causado tal ruido.

"¿Qué haces aquí?"

Pregunto de manera tajante, observándola con esos fríos ojos que solo eran para ella. Pero claro, a Navier la miraba con deseo, con amor. Un amor que Rashta nunca podría tener.

Las lágrimas caían como una cascada, Rashta no podía evitar llorar.

Ella siempre quiso tener siquiera un poco del amor de Sovieshu, al principio lo obtuvo, pero ese amor no fue más que un capricho del emperador. Él la había abandonado.

Rashta se estaba volviendo loca, ¿por qué él no podía amarla? Se suponía que él la había traído para ser felices juntos, para trazar su destino y morir juntos, amándose.

"Emperador, ¿usted ama a Rashta?"

Salió de los labios de la albina, quien busco los ojos de Sovieshu, quien le negó la mirada avergonzado.

"Rashta... sabes que eso fue un simple capricho, ahora eres una emperatriz, compórtate como tal."

Exclamó él quien devolvió su mirada hacia ella. Nisiquiera había una pizca de amor en ellos, no había nada.

¿Ellos estaban juntos solo por obligación?

Era una pregunta que se hacía, y de la cual, Rashta sabía la respuesta perfectamente.

Entre ellos ya no había nada, solo obligaciones de emperador y emperatriz, un matrimonio contractual.

Rashta estaba enojada, la ira llenaba cada parte de su ser.

Celos EnfermizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora