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Los chicos y la luna - Parte 1

Distrito de Setagaya
Villa Noragawa
Tarde del día anterior
|Domingo, 29 de septiembre|18:30

Ordenar era algo innato en él. La idea del desorden no le repulsaba, pero al llegar aquella tarde de la Academia y encontrar que su estantería estaba vacía por lo desesperado que había estado por hallar cierto libro noches atrás, Ryota se mordió los labios ante la verdad. Era hora de levantar la habitación y restaurar la pulcritud que tenía cuando llegó.
Mientras recogía un viejo tomo de poesías y cánticos de su madre -como si el desgastaso decorado floral en las paredes fueran poca evidencia de que aquella solía ser su habitación- el aroma a incienso penetró su nariz como un viejo recuerdo, dándole la bienvenida a mil memorias del pasado. Giró hacia la puerta abierta y de inmediato supo bien lo que significaba, y más durante esas fechas en donde el frío, que comenzaba a correr desde su vieja mampara, era suficientecomo para indicarle lo que se venía pronto.

   La abuela Aiko amaba mantener las tradiciones familiares en pie, unir a sus hijos y nietos cada que se daba la oportunidad para poder conmemorar fechas sagradas. Tardes jugando con sus primos bajo la luz de las linternas en el patio, el sonido de la conversación de los adultos desde la sala de estar, uno que otro grito de su tío Tomoya, hermano de su madre, quien siempre llegaba tarde a la hora de compartir el washoku, pero siempre con uno que otro par de yenes para darle a escondidas y verlo sonreír. Él y su tía Otome eran quienes se encargaban siempre de brindar todo lo necesario para las veladas importantes, los que hacían que todos se sintieran a gusto juntos, quienes hacían reír más a la abuela y a los niños que ningún otro –quien sabe si sobrios o no. Sonriendo con aquel libro bajo su mirar, aquella infancia tan cálida vino como un cosquilleo a la nostalgia.

   Pero lo que dicen sobre las alegrías efímeras se volvió cierto hacia ya tiempo que ni Ryota contaba, pero probablemente Okahami sí. Al recoger aquel libro del suelo pudo percatarse bien que el nombre en el lomo no decía el nombre de su madre – Chíe – sino el de Otome.

   "Okahami debió ponerlos aquí el día en que llegó"

    Las enfermedades son crueles porque son un largo recordatorio, un pronóstico dentro de un cuerpo expuesto al tiempo y a la mirada de quienes perduran junto con él. Sin embargo, lo que se te es arrebatado sin más, sin previa asimilación y de manera inmerecida, genera un sufrimiento que luego carcome y hasta sientes que la falta de una explicación te mata constantemente –cuesta dejar ir algo que nunca debió irse de tu lado.
Él habría entrado a la secundaria en esas épocas, y un día cuando escuchó a su madre al teléfono y, consiguiente, un sollozo desgarrador que hizo que tanto él como su padre corriesen a por ella, a abrazarla mientras se desplomaba, aún aferrándose al teléfono que retenía la noticia.

   El funeral fue solemne y algo breve, con la presencia de gente que los habría valorado bien en vida, amistades y colegas, sus otros cuatro tíos, siete de sus primos tan iguql de jóvenes como él, y ella, una joven pelirroja aferrada al marco con la foto de su padre, el que sostenía con unas manos huesudas y temblorosas. Podía sentir su aflicción desde la parte posterior del recinto. Veía también como, del costado de la niña, su abuela reposaba a su costado, enganchada a uno de los brazos de la niña y sosteniendo el otro recuadro.
Aquel accidente sentenció gran parte del futuro de Okahami, y el de las siguientes festividades familiares en casa. Las más importantes seguían siendo un compartir divino cada año, pero las más pequeñas, como la del próximo Tsukimi, simplemente pasaban por alto ahora de quienes no solían celebrarlo con tanto fulgor.

YOUR NASTY CUTENESS | Kakegurui Fanfic [Mary Saotome x Ryota Suzui]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora