—46—
Me despierto un poco desubicada. Mi cerebro sigue empeñándose en soñar con ella; aún puedo sentir su mano acariciando mi estómago cada vez más cerca del elástico de mi pantalón.
Sus besos en mi cuello, sus pechos arañando mi espalda y su calor inundándolo todo.
Cuando abro los ojos, tengo la respiración acelerada y Ainhoa sigue estando muy presente. Pero es que lejos de ser un sueño, lo está haciendo realidad, que ha subido su mano por mi costado, colándose por debajo de la camiseta y yo no llevo sujetador.
Y todo empieza a convertirse en verdad cuando su ronroneo estalla en mi oído y su habitación aparece muy clara en mi visión.
Me muerde el cuello con suavidad, su pulgar roza mi pezón con toda la intención del mundo y su pelvis se acomoda en mi trasero. Y se mueve, de una forma sensual y delicada.
Un gemido se escapa de mi boca antes de que pueda detenerlo y escucho una risita en mi oído.
—Ya pensaba que no ibas a despertarte nunca —me dice con la voz ronca.
Y mi única respuesta es moverme contra ella presionando su calor.
Ainhoa no me deja tomar las riendas, ni siquiera girarme para encararla. Me sostiene con fuerza y precisión, masajeándome un pecho a la vez que su mano derecha empieza a abrirse camino en mi pantalón calentándome entera.
Elevo las caderas de forma inconsciente para que siga y ella obedece resiguiéndome con un sólo dedo de un modo superficial.
No puedo evitar gruñir ante su pequeña tortura y ella vuelve a repetir el movimiento sin tocarme como necesito.
—¿Qué quieres, Luz?
Mi respuesta es coger su mano y hundirla en mi sexo, mojando sus dedos por el camino antes de empezar a trazar círculos sobre mi clítoris.
—¡Lasierra! —gruñe, acompañando mis movimientos de un desesperado roce contra mi culo.
Como si hubiese perdido la paciencia de repente, pero se recupera más rápido de lo que me hubiese gustado y se separa un poco para mantener la compostura. Frena todos mis movimientos y me obliga a alejar mi propia mano.
—No pares —suplico.
Porque desde ayer tengo el cuerpo en llamas y una necesidad abrumadora y es que no puedo pensar con claridad.
Vuelve a introducir su mano en mi ropa interior, pero se mantiene sobre mí sin moverse, frustrándome más si cabe.
—Cuéntame el sueño —me ordena.
—No me hagas esto —le pido, elevando las caderas de nuevo en busca de su contacto.
Pero Ainhoa reacciona con rapidez sujetándome con su mano izquierda la cintura para mantenerme en posición.
—Esto funciona así —susurra con la voz entrecortada—, tú hablas y yo te cumplo tus fantasías. Es sencillo, Luz, te prometo que lo vas a disfrutar mucho más que en tus sueños.
Su autoridad me corta la respiración y su juego me enloquece por completo. Siento que estoy más necesitada que nunca y que no tengo escapatoria porque Ainhoa esta noche, ha decidido tentarme a lo bestia.
Pero la noto temblar levemente a mi espalda y agarrarme con fuerza para disimularlo y algo consigue hacer clic en mi cabeza a través de toda esta locura; la pieza clave que me hace comprenderlo todo: el por qué de su imperatividad, el hecho de que no me permita tocarla ni encararla y esa necesidad de sentir algo diferente a lo que lleva asfixiándola desde ayer. Y me maldigo por haber entrado tan fácilmente en su juego en vez de estar cuidándola como lo necesita; pero supongo que aún no es tarde para eso.
ESTÁS LEYENDO
Choque de trenes
RomanceLuz va a empezar su último año de Gastronomía en Le Cordon Bleu de Madrid. Alejada de su familia y su Toledo natal, se apoya en su prima Marta y en Paolo para acabar de cumplir su sueño y convertirse en una de las mejores chef de toda la ciudad. Per...