La Favorita

LA NIÑA QUE SE CONVIRTÍO EN MUJER

La Princesa Ivanna era una niña caprichosa, malcriada y con indicios psicópata, a sus sirvientes llamaba esclavos y su pasatiempo favorito era decapitar palomas o cualquier animal pequeño que pudiera caber en la guillotina que le habían regalado sus padres.

Ella causaba miedo y rencor con tan solo doce años, un arma de doble filo para ella, pues su karma llegó temprano cuando la regla llegó ese mismo año y ya era apta para ser llamada mujer.

Sus padres decidieron casar a su primogénita con un hombre de veinte años. Ivanna estaba llena de dicha por fin será Reina y esperaba el gran momento para implementar sus deseos a los súbditos, a la plebe y a sus enemigos, tenía tantos planes, tanto que deseaba hacer, pero solo era una niña inocente que no esperaba lo que llegaría al momento de casarse con un hombre más grande que ella, alto musculoso que podría romperla de un abrazo.

Estigia es una nación de nieve, sus antepasados eran vikingos, hombres de gran tamaño llenos de barbarie con costumbres extrañas pues no se casaban, más bien tomaban a la mujer que deseaban y las proclamaban como suyas, Ivanna era una "mujer" deseada, la tomó y mató a su familia, su reino, su corona, igual que sus antepasados.

La niña que se convirtió en mujer había visto a su familia ser masacrada. Ese mismo día el Rey, su esposo la besó, aquella niña de doce años ni siquiera sabía lo que era eso y el hombre siguió, la llevó a la cama y le quitó el vestido, quedó impresionado por la piel blanca y pura de aquella "mujer" tanto que para él era bastante limpia así que tomó un cuchillo y le tajo marcas, marcas que quedarían impregnadas junto a su olor por siempre en aquella "mujer" esa Princesa que odió ser Reina en el momento que la tocó.

Fue una noche espeluznante, aquella donde su locura y odio creció, deseó matarlo, cortar su cabeza como a la palomas y ratas que veía.

Solo que esa noche era el comienzo de muchas y donde no podía pedirle ayuda a nadie, tenía doce años y sus enemigos eran los esclavos que estaban felices por su suplicio, aquellos que podían ayudarla murieron y ahora estaba sola, una niña convertida en mujer que parió a otro niño, un hijo que odia, que quería matar al tenerlo en el vientre.

Una noche intentó escapar, pero su karma aún no terminaba, y la volvió prisionera en una jaula de oro, un castillo enorme, riquezas, pero nunca libertad, mientras que el odio que le tenía creció como una rata dentro de su cuerpo.

Un día asesinó a todos sus esclavos, a todo sirviente que la odiaba, pero ella estaba cansada y quería que el Rey le temiera, pero eso le incrementó las ganas que le tenía a esa niña convertida en mujer.

Llegaron nuevos esclavos y ella fue encadenada dentro de su habitación junto a su bebé, ella lo miró, no lo había hecho durante mucho tiempo y se le hacía extraño, las mujeres siempre decían que una madre amaba a su bebé en el instante en el que lo veían, pero ella le tenía un rencor enorme, le dolió tenerlo, le dolió crearlo y solo quería que muriera, tomó su daga y en vez de cortarse las venas decidió vengarse de ella misma para apuñalar a su hijo, pero se detuvo, vio sus ojos y la respuesta fue susurrada en sus oídos, ella no lo mataría. No porque lo amara, si no que aquel fruto de su suplicio, sería su salvación en esa prisión.

Se aferró tanto a su bebé, lo alimento de su propia leche y le lleno de palabras bonitas. Pasó un mes y el Rey siempre iba a poseerla cada noche, ella aún con el odio dentro de su cuerpo se lo tragó y fue así que empezó a complacerlo, no importaba el asco, el miedo que le tenía, si no sus ganas de ser liberada.

El Rey es feliz si lo complacen, si lo miman, después de todo son la misma cosa, solo que él es un hombre y ella una niña convertida en mujer. Tardaría en conseguir su libertad, pero lo haría.