Único fragmento

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– Y recordad por quiénes lucháis. Lo hacéis por la tierra que ocuparán vuestros hijos y vuestros nietos. La tierra que vuestros ancestros tanto sufrieron por defender para que vosotros crecierais. Aquella que ha acogido a nuestras especies y culturas. – Narraba Rafaesh, el líder de los plantesh, al ejército combinado de su especie y de amiosh, desde una representación de su rostro tallada en piedra. Pese a la importancia de la batalla que se iba a librar, ninguno de los líderes de ambas facciones estaba presencialmente junto a los suyos para ofrecer apoyo anímico. Rafaesh al menos se manifestó con su voz. Grenfus, líder de los amiosh, mandó una escueta carta en la que transmitía el apoyo hacia los suyos (no nombró a los plantesh). Desde fuentes internas ya eran conscientes de que no era partidario de cooperar con sus archienemigos, pero que finalmente aceptó a regañadientes con tal de enfrentar a una amenaza mayor. – Debemos impedir que Ishamaek II y sus sucios lacayos tomen nuestro hogar. Partid y defended ¡IR Y LUCHAR! – Concluyó el enorme rostro de piedra, antes de fundirse de nuevo en la pared de la que partía y volver a ser un inerte muro rocoso.

– ¡Ya habéis escuchado! ¡Vamos! – Los comandantes comenzaron a organizar las tropas disponibles, dirigiéndose a la Pradera de las amapolas, el lugar dónde, presumiblemente, se iba a librar la batalla definitiva por el control de aquella zona.

No había margen alguno de error, según los plantesh. De acuerdo a sus palabras, los árboles les dijeron que las tropas del II se dirigían hacia aquella pradera, al ser un lugar abierto en el cual tienen mayor ventaja. Era obvio que el II no era tan estúpido como meterse en territorio arbóreo contra aquellos seres. Del hecho de luchar en un sitio en el que estaban en desventaja, solicitaron una tregua y alianza con los amiosh, argumentando que cuando ellos cayeran, el II iría a por ellos. Idea que no convenció a Grenfus, pero sí a sus asesores que finalmente le hicieron dar el brazo a torcer y ceder a un gran número de tropas.

Esa misma reticencia era compartida por los propios soldados de su especie, destinados a luchar en la Pradera de las Amapolas contra las filas del genocida monarca, archiconocido por su odio a todo lo que no coincidía con su visión de un mundo bajo su batuta.

– Míralos, Trolus. – comentó un amiosh, ya veterano, a otro más joven. – sus cuerpos de madera y sus ridiculeces místicas. No entiendo porque nos hemos aliado con ellos. – Un plantesh, de bajo rango a juzgar por la cantidad de hojas de su cabeza, les miró con desaprobación, sin pronunciar palabra alguna. – ¿Qué miras, astilla? – El joven aprovechó la ocasión para separarse de su polémico compañero. Lo último que quería era tener de enemigo a un plantesh que en cualquier momento de la batalla podría acabar con su vida sin ningún inconveniente.

Trolus se dirigió al almacén dónde se encontraba el equipo. A juzgar por sus facciones faciales, estaba todavía lejos de la treintena. Sus largas patillas y densa cabellera contrastaban con el clásico aspecto de los suyos, que optaban en su gran mayoría por raparse o, en su lugar, tener densas barbas. Sin distraerse demasiado, agarró un carcaj y un arco y se dirigió a su escuadrón, que se quedaría en la distancia disparando flechas a las tropas enemigas.

Precisamente el suyo fue el último grupo en incorporarse, justo por detrás de las unidades que enfrentarían cara a cara con las tropas del II. El plan era tan claro como el agua, la Pradera de las Amapolas era el único lugar en el que el II entraría a territorio Plantesh y era allí dónde debían detenerlo antes de que pudiera ejecutar su plan de invasión.

Frente a sus ojos, se extendía la famosa y respetada Pradera de las Amapolas. Pese a que era protegido por tropas arbóreas, se trataba de un lugar de culto tanto para los amiosh como para los plantesh. En los pocos extremos en los que estaban de acuerdo era básicamente en respetar la integridad de la pradera, poblada por flores que le daban nombre y que le daban un alegre y vivo color al paisaje, que contrastaba con el lúgubre y macabro motivo que había traído a dos culturas enfrentadas a unir fuerzas.

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⏰ Última actualización: Jan 27 ⏰

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