Una mañana de otoño, un joven hombre se preparaba para irse a trabajar. Ese día específicamente debía irse a otra ciudad, ya le habían informado tiempo atrás de que los gastos y el presupuesto de los trabajadores se iba a acortar debido a los pocos ingresos que estaba teniendo la empresa, este viaje haría que tuviera una reunión con los nuevos inversionistas que supuestamente salvarían a la compañía. La noche anterior casi no pudo dormir planificando lo que diría, la irritación lo consumía cada vez más y su cara no lo ocultaba.
—"Es un caso perdido, van a tener que despedir trabajadores"—. Pensó con el seño fruncido, pues sospechaba que ese sería el proceder de sus jefes, la vida de un oficinista no le parecía para nada agradable.
Con un suspiro agarró sus papeles y las llaves del coche, mirando atrás, hacia su departamento solitario, apenas y pudo desayunar con las prisas, se dirigió a la puerta principal, apagó las luces y emprendió camino escaleras abajo.
—Este día es aún más apagado que el anterior—. En un murmuro casi imperceptible dijo cuando llegaba a la entrada del edificio demacrado al que llamaba hogar, el clima parecía estar acorde con sus palabras, habían nubes grises de gran extensión por todo el cielo.
Subió al coche depositando los papeles a un lado de su asiento, encendió el motor y pisó el acelerador a lo que sería su nuevo destino, nunca ha estado allí, el camino era un poco largo, eso decía su GPS, aunque aprovecharía este pequeño viaje para despejarse un poco de el hecho de que sea despedido si no lleva adelante esta reunión.
Llevaba unas horas de camino, había encendido la radio en la primera hora de viaje, el silencio no le gustaba, sus pensamientos turbulentos se daban paso cuando se presentaba. Se percató que estaba anocheciendo, el Sol se venía ocultando detrás de las montañas del horizonte, los grillos se empezaron a hacer notar.
—"Que raro, salí de casa a las 8:00 am, no puede ser que sea de noche si solo han pasado unas horas"—. La extrañeza no dejaba de rondar en su mente y facciones, la duda de lo que pasaba solo alargaba el sentimiento de haber salido a una hora equivocada.
El camino cada vez se hacía más y más largo, la oscuridad se esparcía por toda la carretera, no habían luces de farolas, no habían luces de alguna ciudad, todo parecía baldío. Las luces de su vehículo iluminando el concreto que se extendía en línea recta era lo único que lo consolaba de pensar que la locura lo había consumido así como el silencio que lo envolvió mientras trataba de tranquilizarse. Todo estaba muy callado, ni un solo sonido se escuchaba, el latido de su corazón se había acelerado y eso era lo único que sabía con claridad. Estaba desesperándose, el aire le faltaba, se sintió como si estuviera en una caja hermética, el ruido que producía su sangre al correr por sus vasos sanguíneos lo detallaba perfectamente, estaba sudando.
—"¿A dónde estoy yendo?, no veo más allá de las luces que produce mi coche, tengo que salir de esta carretera"—. Pensó el hombre, exalando entrecortadamente, se percató de que la radio se había apagado hace tiempo.—"¿Cuándo la apagué?"—.
Intentó encenderla otra vez pero solo ruido blanco salía de la radio, por más canales que pasara solo se escuchaba estática.Pasó otra tortuosa hora, en ese tiempo el hombre se cuestionaba cada vez más su sanidad, hasta que algo sucedió, un grito, desgarrador, desesperado a la distancia, se podía notar los daños a las cuerdas vocales que poseía el dueño de tan nefasto sonido, era ahogado, no dejaba de gritar, cada vez más alto, cada vez más cerca acompañado de gruñidos y ruidos de desgarre. A este punto el hombre ya había oído lo suficiente como para que en un arranque estuviera a máxima velocidad, volvió a estar en silencio.
Quería llorar de la frustración, no sabía que hacer hasta que, en un parpadeo empezó a ver luz en la lejanía, era lo más hermoso que había visto en muchas horas, una sonrisa tiró de sus labios, era fuego, contiguo a eso percibió más, varias infraestructuras se extendían a lo largo del camino, era un pueblo.
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Refflectus Entis
TerrorLa noche puede albergar muchos misterios entre los vestigios de la oscuridad, el silencio puede ser lo suficientemente ruidoso para hacerte entrar en locura y la Luna nunca dejará de mirarte bajo su luz. ¿Cuántos secretos podría contener un pueblo...