Los cambios de humor tan repentinos de esas dos personas le hacían cuestionarse si en verdad eran lo que decían ser o solo estaban ocultando bajo una máscara sus verdaderas intenciones, y si, la que sería ahora su acompañante, tendría un manto que la ocultase.
Se dirigieron a un grupo de cabañas amontonadas a la derecha de la iglesia, no habían cruzado palabras desde que salieron de la infraestructura. Oliver se mantenía a una distancia considerable de la mujer, se dedicaba a mirar sus alrededores, todas las cabañas tenían un toque añejo con humedad esparcida por sus bases, acompañadas de pequeñas plantas que se entretejían entre sí formando un diseño disparejo. Apenas habían personas afuera, suponía que era debido a la hora, no lo sabía con exactitud, pero por el sonido de los insectos nocturnos, la frialdad y el asomo de la Luna a la mitad de su punto más alto le hicieron creer que había pasado alrededor de dos horas desde que se bajó de su coche, no sabía si era el cansancio pero a medida que más la observaba veía la luna más grande de lo que estaba acostumbrado.
—¿Es hermosa, no?—. Se dió cuenta de que la mujer que antes se encontraba unos metros delante de él ahora estaba a su lado mirando hacia arriba con expresión nostálgica.—Te has quedado atrás mirándola—. Dijo desviando su mirada ahora hacia él refiriéndose al satélite.
—Solo pensaba, no imaginaba que mi...Afable día acabara en un pueblo desconocido, hace unas horas estaba de camino a una reunión que resultaría en mi despido, todo ha sucedido demasiado rápido, tan...de repente—. Suspirando, el hombre agacha la mirada por un momento para luego posarla en la mujer con decisión.—Necesito volver a casa y descansar de esta locura—. Cierra los ojos con fuerza mientras gira la cabeza hacia arriba.
La mujer se limitó a mirarlo por unos segundos para después con un suspiro cambiar su expresión a una más alegre.—Pues no vas a poder volver a la marcha con el estómago vacío, de seguro ya han pasado un par de horas desde la hora de la cena.—Se acerca un poco más al muchacho dirigiéndose a su oído en una posición de cuchicheo.—Y aquí entre nos, tampoco he comido, es mejor enterarse de los líos en que se ve envuelto el padre Henry, nunca se sabe qué es lo que te puedes encontrar—. Le guiña un ojo con complicidad mientras se aparta.
Retomaron su caminar, en el camino se encontraron con un par de residentes del pueblo a los cuales Amelia saludó animadamente, todos coincidían en corresponder a su saludo cordialmente y mirar con extrañeza a la nueva cara que se presentaba al lado de la mujer, sus caras amables parecían copias unas de otras, tenían la misma sonrisa, como un acuerdo silencioso de paz.
Se detuvieron frente a una cabaña de tamaño mediano, no había diferencia en aspecto de las contiguas a ella, excepto por un número en la parte superior de la puerta y un tapete colorido con grandes palabras de "Bienvenido" bordadas en blanco.
La mujer sacó de unos de los bolsillos de su vestido un pequeño manojo de llaves, estubo buscando por unos segundos la correcta, tanteando entre diferentes llaves hasta que la encontró. Abrió el cerrojo y empujó la puerta con varios crujidos acompañándola. Lo invitó a pasar haciéndose a un lado, cuando el hombre se dió paso en la propiedad se sorprendió por lo discordante que se veía a el exterior. La casa de un solo piso tenía madera por todos lados, cuadros de flores y paisajes se esparcían en las paredes, una gran alfombra rojiza los recibía a sus pies, limitándose al final de la sala, unos sencillos sofás de madera con tela a cuadros en el forro se posicionaban en dirección a una chimenea rodeada de ladrillos, y una mesita con un pequeño florero en su centro. El espacio era abierto, desde la sala se podía ver el comedor, la cocina a la izquierda y tres puertas a la derecha que suponía eran las habitaciones con un baño en alguna. El estilo era muy hogareño y familiar, con colores por todos lados.
Amelia después de unos pasos extiende sus brazos a cada lado de su cabeza con una gran sonrisa.
—¡Bienvenido a mi humilde hogar!—. Dice con euforia mientras mira hacia el interior con calidez.—No es mucho, pero no se necesita de mucho para poder estar bien, ¿verdad?—. Voltea ahora hacia Oliver bajando sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Refflectus Entis
TerrorLa noche puede albergar muchos misterios entre los vestigios de la oscuridad, el silencio puede ser lo suficientemente ruidoso para hacerte entrar en locura y la Luna nunca dejará de mirarte bajo su luz. ¿Cuántos secretos podría contener un pueblo...