En un momento me encontraba con mis amigos bailando y tomando en la misma fiesta a la que asistíamos todos los 24 de diciembre. Todo era risa, goce, disfrute como siempre que estábamos juntos, que nos reencontrabamos en el pueblo. Al segundo, el ambiente se volvió hostil, frío, solo se veía humo. Tire mi lata de cerveza tan rápido como mi corazon empezo a latir, mi pulso se aceleró y al ritmo de la gente empecé a empujar y correr, me ahogaba; no me entraba el aire, no podía pensar, solo empujaba gente y escuchaba gritos de desesperación, de terror, un llanto que te partía al medio de solo escucharlo y había otros, como yo, que no logramos emitir sonido. Mi cuerpo se llenaba de transpiración y a la vez de adrenalina. Una vez que cruce la puerta, no mire hacia atrás, solo corrí como nos decían en entrenamiento "ante la duda corre", ya no sentía las piernas de lo rápido que corría con borcegos y una pollera. No miraba, no escuchaba, no olía, corría. En ese momento rompí mi propio record pero no era lo importante.
Cuando logré frenar, del fuego solo quedaba el humo y respire, respire tan profundo que agradeci el estar ahí, una vez en el aquí y ahora, a lo lejos escuchaba las sirenas, bomberos, policías, ambulancias. La gente pasaba por al lado mío de la misma manera en la que yo había salido de la fiesta, lo podía reconocer, pero con la diferencia de que ellos se dirigían hacia ella, hacia el lugar del que yo había logrado salir. ¿por qué? pensaba, que gente tan idiota.
Hasta que recordé, tardé solo un segundo en darme cuenta de porque pensaba y no hablaba, y cuando lo hice, senti que moria, no como cuando salí huyendo del fuego, no, ahora era de verdad, no podía escapar y lo sentía en cada fibra y célula de mi cuerpo. Ella no había corrido conmigo, no estaba a mi lado. Sin pensarlo, sin dudarlo, y aturdida me sume a la gente idiota que corria hacia alla y comprendi el porque. Solo quedaban restos de lo que había sido aquella gran fiesta que esperaba todos los años para ver a mis amigos. Había padres, amigos, parejas, enfermeros, policías, bomberos.
Comencé a empujar, a maldecir, a llorar, a gritar su nombre hasta que me quede sin voz, mis ojos recorrían el lugar de manera tan ligera e intensa deseando no ver la cantidad de personas que había en la mitad de la calle tapadas con una sábana y que en ese lugar, estuviera ella. Alrededor de los cuerpos personas llorando desconsoladamente y otros, como yo, tan perdidos que levantaban un poco de la sabana que los cubría con la necesidad de que no fuera quien buscaban.
Ella no podía estar ahí, no estaba ahí, no merecía estar ahí. Busqué en todas las ambulancias peleando con quien se me cruzara en el camino, en ese momento no podía tener empatía, me llené de egoísmo, tenía que encontrarla.
Revisé todas las ambulancias, en cada una de ellas se renovaba mi esperanza, a la vez que se perdía mi fe en cuanto no era ella. Reconocí casi de inmediato sus zapatos, porque habíamos llegado tarde a la previa porque estaba indecisa en que usar, eran unas sandalias negras de charol con un poco de taco y en su pie, la tobillera, esa que compartimos desde los 8 años. Estaba en la ambulancia número 5 con un respirador y quemaduras en un brazo. La toque, la vi, la olí, y respire. Estaba viva. De pronto sentí unos brazos enormes que me apretaban el pecho, me dejaban sin aire y movimiento, como si me estuvieran agarrando por detrás, llegue a ver un par de manos que me colocaban algo en la cara, pero no se que era, eso es lo último que recuerdo antes de dormirme o antes de que me durmieran.
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No seas una heroina
Детектив / ТриллерUna fiesta. Un accidente. Un destino inesperado.