El atardecer

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       Pasó esa mañana y las siguientes trabajando en eso, por lo que sus entrenamientos militares se movieron a la tarde, a la hora de cenar siempre agradecería encarecidamente a los dioses pues acababa física y mentalmente agotada.

       Aquella tarde fingió retirarse, él siempre era de los últimos en irse, hablando con los capitanes de cada subdivisión para asegurarse de que todo esté bien, incluso cuando todo lo que deseaba era irse a dormir, tomó aquellos minutos de licencia. Se apoyó en un una barda a esperar, tamborileando descuidadamente con las uñas en la superficie de madera hasta que finalmente lo vio pasar frente a ella; obviamente él sabía que estaba ahí más no mostró señal de reconocerla, ella lo detuvo tomándolo del brazo.

       ― Mayor ¿tiene un minuto?

       Él se giró, vaciló antes de dar una respuesta.

       ― Si, Antoinette.

       Ella frunció el ceño muy poco habituada al comportamiento, él no había sido grosero, pero sí formal, la hizo desear retroceder, soltó su agarre con más lentitud de la necesaria, perdiendo valentía.

       ― ¿Podrías no...? ―susurró.

       ― ¿No qué? ―él arqueó una ceja, enfatizando sus facciones. Su mirada fluctuó por un momento a algo trás ella.

       Ella se giró, notando que David y Samael les miraban.

       ― Nada ―le aseguró forzando una sonrisa―. No debí buscarte, lo siento, solo quería saber como estabas.


       Él inhaló profundamente antes de responder.

       ― Me disculpo si mi tono es agresivo, no es tu culpa —sus ojos se movieron buscando a los capitanes de nuevo, con la mirada endurecida—, son solo asuntos personales.

       — Bien —se dio la vuelta tras darse cuenta de lo inconveniente que parecía la situación para ella.

       Su mano la detuvo tomándola del hombro con un agarre firme, ella no pudo hacer mucho para ocultar su escalofrío, odiaba como seguía reaccionando cada que alguien la tomaba por sorpresa.

       ― Podemos hablar luego —ella ofreció drenando fallidamente la tensión en su voz.

       Él la soltó, con una sombra nublando sus ojos.

       ― No quería incomodarte.

       ― No lo haces —ella suspiró, ignorando el nudo en su estómago cuando se puso frente a él de nuevo—, en realidad yo tampoco creo que esté lidiando muy bien con mi vida personal ahora, con toda esta nueva información. Sirio siempre se aleja si llego al lugar en que está y Cretus tampoco parece saber que hacer, no es lo mismo con Lucía porque apenas la conozco y Haru tiene demasiado con lo suyo —finalmente recuperó la fuerza y lo miro a los ojos—. Solo quería hablar con alguien más.

       Su expresión estoica flaqueó por un momento.

       ― ¿Y fui el elegido?

       — Tu también sabes todo esto —se encogió de hombros—, además, para ser un militar resulta que no pareces ser un imbécil que no sabe qué hacer con sus emociones.


       Él frunció el ceño, las comisuras de sus labios bailaron cuando intentó contener su sonrisa.

       ― Voy a pretender que eso fue un halago.

       — Hazlo si te funciona la idea —dejó salir una risita—. Pero si esos son tus estándares en halagos, temo decirte mayor que deberías reconsiderarlos seriamente.

Legado entre escombros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora