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Samy se pone loca de contenta.

—Pero ¿Qué hacía en Clayton's?

Su curiosidad rezuma por el teléfono. Estoy al fondo del almacén e intento que mi voz suene despreocupada.

— Pasaba por aquí.

— Me parece demasiada casualidad, Roier. ¿No crees que ha ido a verte?

El corazón me da un brinco al planteármelo, pero la alegría dura poco. La triste y decepcionante realidad es que uno había venido por trabajo y dos no es gay.

—Ha venido a visitar el departameno de agricultura de la universidad. Financia una investigación. -murmuro.

— Sí, sí. Ha concedido al departamento una subvención de dos millones y medio de dólares.

–Wow.

— ¿Cómo lo sabes?
 

— Roier, soy periodista y he escrito un artículo sobre este tipo. Mi obligación es saberlo.

—Está bien, Carla Bernstein, no te sulfures. Bueno, ¿Quieres esas fotos?

—Pues claro. El problema es quién va a hacerlas y dónde.

—Podríamos preguntarle a él dónde. Ha dicho que se queda por la zona.

— ¿Puedes contactar con él?

—Tengo su celular.

Samy pega un grito.

—  ¿El soltero más rico, más escurridizo y más enigmático de todo el estado de Washington te ha dado su número de celular?

—Bueno...sí.

— ¡Roier! Le gustas. No tengo la menor duda. -afirma categóricamente.

— Samy, sólo pretende ser amable a demás ¡no es gay!

Pero incluso mientras lo digo sé que no es verdad. Spreen de Luque no es amable. Es educado, quizá. Y mi omega me susurra: tal vez Samy tiene razón. Se me eriza el vello sólo de pensar que quizá, sólo quizá, podría gustarle. Después de todo, es cierto que me ha dicho que se alegraba de que Samy no le hubiera hecho la entrevista. Me abrazo a mí mismo con silenciosa alegría y giro a derecha e izquierda considerando la posibilidad de que por un instante pueda gustarle. Samy me devuelve al presente.

—No sé cómo podremos hacer la sesión. Osvaldo nuestro fotógrafo habitual no puede. Ha ido a Idaho Falls a pasar el fin de semana con su familia. Se traumará cuando sepa que ha perdido la ocasión de fotografiar a uno de los empresarios más importantes del país.

—Mmm... ¿Y Cellbit?

— ¡Buena idea! Pídeselo tú. Haría cualquier cosa por ti. Luego llamas a de Luque y le preguntas dónde quiere que vayamos.

Samy es insufriblemente desdeñosa con Cellbit

— Creo que deberías llamarlo tú.

Los Juegos Oscuros De Un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora