𝐄𝐬𝐭𝐨𝐜𝐨𝐥𝐦𝐨 4 (+21) © BORRADOR

Capítulo 50

Capítulo de mucho contexto y 🔥🌶️🌶️

Y sin más, comenzaremos.

Lovely Walker.

9 meses después, desde la llegada a la isla.

Regalo de los dioses.

La selva está ilumina en un rojo carmesí, uno que me hace sentir que no habrá oscuridad donde ocultarme. Me desplazo con el pavor a morir, no tanto por el depredador que me acecha, si no porque una culebra de ocho metros fácilmente podría matarme y nadie se daría cuenta, y sin embargo, eso no impide que siga corriendo a la profundidad del lugar. La tribu me ha mostrado adónde no debo ir.

Las cosquillas en mi estómago hacen que cubra mi boca cuando una calada de aire violenta hace ruido.

Me escondo detrás de un árbol mirando la luna roja y sonrío cuando escucho su voz que revolotea mi estómago:

—Puedo olerte, bambi, y jodidamente voy a dejarte así.

Respiro hondo sin hacer ruido y me asomo poco a poco por el árbol, no puedo ver nada. El corazón se me dispara con el escalofrío que me indica que está justo a mi espalda, el corazón me late...

Giro con las manos temblorosas hacia la maleza pero nada, dejo ir el aire de mis pulmones.

—¡Mierda! —grito cuando a mi espalda aparece azotandome contra el árbol.

—Eres demasiado fácil —con su pulgar aprieta mi labio inferior.

—¿Lo soy?

—Oh, Joder, me vuelves loco —me toma del cabello—. Dime que tanto lo deseas.

Me pone de rodillas y saca una daga con cabeza de serpiente.

—Dime que dejas de castigarme por esos mensajes —la hoja filosa pasa por mi cuello y ladeo este dejando ir un gemido—. Dímelo y te juro que te follare toda la noche.

Sonrío y tomo la daga, dirijo está a mi lengua haciendo que corte superficialmente. «Mierda»

—Pruébame —suplico cuando deja ir un gruñido y lleva la daga a su lengua repitiendo mi acción—. Lo dejo todo por ti.

El aire regresa a mis pulmones cuando me levanta y atrapa mis labios en un beso ardiente, uno que me arranca el alma, rodeo su cuello con los brazos y me sube a sus caderas con ayuda de uno de su mano debajo de mi trasero. Jadeo aliviada.

Aprieta mi cabello aún húmedo y muerde mi
barbilla haciéndonos caminar, no pierde tiempo en hundirse en mis tetas, arranca la tela que le estorba y echo la cabeza hacia atrás loca de la necesidad que sólo él me sabe dar.

De un momento a otro estamos subiendo los escalones de una cabaña u algo parecido, tiene luciérnagas en frascos con agujeros que cuelgan en la entrada, la cortina de huesos me acaricia la piel y desconozco al hombre con el que estoy.

«La cabaña que construían era para nosotros»

Besa mi cuerpo sin furia, con amabilidad, con calma y no deja de besar mis labios cuando me acuesta en el catre acolchado que me deja ver las luciérnagas en el techo, la oscuridad es absorbida por la luna roja y las luciérnagas.

—¿Me perdonas? —inquiere abriéndome de piernas.

—Sí —apenas logro decir con el maldito calor que me quema.

Soy tan tonta.

Tan fácil.

Soy débil si se trata de él. Me he rendido a sus pies aquí y por ahora.