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Sus emociones se encontraban desbordadas a este punto de la fiesta. La música fuerte que resonaba en sus tímpanos como jodidos tambores, repetitiva, ni hablar de las luces que matarían a cualquiera si pasaba más de tres horas en el mismo lugar.

Sentía que flotaba con cada trago a su bebida ya sin gusto de tanto haber ingerido.

Supuestamente ya debería estar desmayada contra el retrete del baño más cercano, ni siquiera ella entendía por qué seguía de pie con esa tranquilidad impresionante. Llegó a pensar que la habían drogado, cosa que le asustaba y divertía en partes iguales, lo suficiente para comenzar a reírse sola en la esquina del cuarto lleno de personas.

Perdió la cuenta de a cuantas parejas vio besarse, si es que lo eran, tampoco se tomó la molestia de contar a la cantidad de personas que se le acercaban a coquetear, chicas y chicos por igual.

No aceptó a nadie, en todo caso, concentrando demasiado su vista nublada en el suelo de aquella casa, tragando un nudo en la garganta junto a la cerveza barata.

Se sentía sola a pesar de estar rodeada de gente borracha y sudorosa que algunas veces pasaban a llevar todo lo que se encontraran. Su mente le repetía que era ya bastante tarde como para irse a su casa, pero la sensación de que colapsaría apenas entrara en la soledad de su hogar se lo impedía.

Cuando tragó lo último en su lata la dejó sobre una de las mesas plásticas a su lado, mareada por su estupidez de permanecer en aquel lugar.

No tuvo tiempo de hacer alguna tontería antes de que un hombro se chocara contra el suyo. Para qué mentir, se asustó en un principio, volteando rápidamente a ver el rostro de la contraria.

Mierda, era increíblemente hermosa, tanto que dudó en su consciencia y juró haberse desmayado hace una hora.

La analizó con cuidado, una rubia de ojos grandes y pestañas gruesas, según ella, pues la luz baja y colorida no permitía ver tanto detalle. Una nariz de botón le llamaba a dejar un beso ahí, cosa que no hizo, más lo pensó mientras seguía observándola. Sus labios gruesos, se dijo, pues incluso notó que estos eran casi rojos.

─ ¿Terminaste?─ le preguntó esta con una sonrisa ladeada, atractiva en su máximo esplendor mientras llevaba su vaso plástico a los labios. Mierda, sus pensamientos ante esa boca y su largo tiempo de no tener roces con alguien le hicieron sonrojarse, mucho más de lo que el alcohol le hacía.

Se quedó callada, más por sentir la boca adormecida que por hacerlo intencionalmente. La chica le miró con un brillo de duda, tirando su vaso vacío al suelo antes de sujetar su muñeca. Sería divertido si se creyera la mentira de que intentó liberarse del agarre.

La rubia la llevó entre el montón de personas que no perdían la oportunidad de tocarlas por todos lados, no es broma que sintió uno de sus pechos ser sostenido por al menos cinco manos. No quería ni pensar en cómo lo pasó la contraria.

─ ¿Puedo preguntarte algo?─ la voz sonó fuerte para ser oída sobre la música. La azabache asintió mientras intentaba no tropezar.

─ ¿Cómo te llamas?

─ Minnie ─ no tardó en responder.

─ Muy bien, yo soy Miyeon, aunque si deseas llamarme de otra manera no me quejaré─ Minnie quiso preguntar por la razón detrás de sus palabras, aunque su lengua lograba molestarle lo suficiente para no decir nada coherente.

─ ¿Dónde... vamos?─ cuestionó, un poco ansiosa quizás, no estaba lista para que la mataran en medio de una fiesta de universidad para luego ser enterrada en el patio.

─ Uhm, al baño, se te nota en la cara que no te sientes realmente bien.

El pecho de Minnie se hundió con calor, viendo al menos una pizca de preocupación sincera en el rostro de Miyeon. Le dio las gracias y esta le sonrió, sin decir nada más hasta que llegaron al baño, para su sorpresa, vacío.

❝𝐏𝗢𝐓𝐈𝗢𝐍 ๑ 𝗠𝗜𝗠𝗜𝗡 ❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora