16.

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La noche envolvía la tranquila calle suburbana cuando Bill finalmente llegó a la casa de Tom. No había sido decisión fácil, porque rompía una promesa que apenas hace unas horas había hecho. Pero no podía importarle después del desenlace que había tenido el día de ayer. La familia de Tom había hecho mucho por tenerlo encerrado en un puño, y Tom había decidido que la única forma de salir de esa opresión, sólo se podía si fingía ser parte de ellos y hacía daño a quienes no podía querer. Podía darle todas las oportunidades que fueran necesarias; nadie iba a entender que debajo de una persona violenta, había traumas y dolor también.

Ansioso, dio unos golpecitos en la puerta, y fueron los hermanos de Tom quienes, al abrir, lo recibieron con burlas y risas crueles.

-¡Miren quién viene! ¡Es la chica de Tom! - Exclamó Liam, entre risas, acercándose para tomarle la mano, acción por la que Bill se quejó, e intentó jalarse en contra para evitar su tacto, pero el otro se la apretó con más fuerza, mientras Noel agregaba:

-¿O debería decir el nuevo chico?

El rostro de Bill se encendió de vergüenza mientras los insultos y las risas se intensificaban. Tenía idea de cómo habían pasado las cosas pese a que Tom no había querido contarle con ningún detalle. Desde ese inicio, donde le pidió fingir ser una mujer para su familia, tenía claro que las cosas nunca iban a terminar bien; por ello no le sorprendía escucharles burlarse y reírse de él, para hacerlo indirectamente de su hermano, quien apareció en la entrada, y su expresión fue una mezcla de confusión y vergüenza. Se puso a frotar los dedos de una mano con los de la otra, y aunque fue fugaz, pudo ver en sus ojos un brillo de terror, de encontrarse a sí mismo en una situación que iba a comprometerlo, o con su familia, o con él.

-Bill, lo siento, no sabía que vendrías... -Liam soltó a Bill, quien metió las manos en los bolsillos de su pantalón, y lo miró con seriedad, a un Tom que estaba tratando de mantener la compostura mientras miraba a sus hermanos con reproche. -Deberías irte.

Bill sintió un nudo en la garganta, y Tom supo que no sería tan sencillo como simplemente pedirle que se fuera. Le conocía lo suficiente como para saber que su personalidad era estúpida y torpe. Insistente. Y que estaba tan acostumbrado a las humillaciones como para que las de sus propios hermanos fueran a afectarle por lo menos un poco. De todas formas vio cómo las lágrimas amenazaron con desbordarse de sus ojos, mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas.

-Por favor, Tom, déjame hablar contigo. Necesito explicarte... -Tom vaciló por un momento, su mirada alternando epntre los ojos suplicantes de Bill y la mirada desaprobadora de sus hermanos, quienes sonreían, burlones, sabiendo que el maricón de su hermano no iba a hacer algo contra Bill después de todo; sabiendo que realmente había cambiado y mucho, para mal. Que realmente sentía cosas por Bill, pero más específicamente, y mucho más espeluznante: por un hombre.

Y Tom sentía que el pecho apretaba sus pulmones sin ningún tipo de compasión; le estaba haciendo deshacerse en ira y miedo y no sabía ni siquiera cómo actuar normal. Si las cosas fueran diferentes, simplemente habría desfigurado el rostro de Bill de un puñetazo, para comprobar a su familia que seguía siendo el mismo de siempre. Pero no lo era, y no lo sería nunca. Ya no más.

Finalmente, suspiró resignado y asintió con la cabeza.

-Está bien, pero afuera- dijo, indicando con un gesto que salieran a la vereda.

Una vez afuera, Tom lo llevó al callejón entre su casa y la de los vecinos, no encontrando un lugar más seguro, sabiendo que la noche era silenciosa y cualquier cosa podría llamar la atención de todos. Bill se apresuró a hablar, las palabras saliendo atropelladamente entre sollozos que ya no fue capaz de contener, incluso si Noel y Liam seguían mirando por un pequeño momento antes de girar la mirada y entrar de nuevo a casa. Sentía que el cuerpo se le estaba debilitando mucho, y que si fuera más grave de lo que su propia cabeza le dejaba creer, quizás incluso caería sin vida ahí mismo. Era una sensación que de verdad le hacía sentir que le arrancaba la vida de tajo, que no le permitía respirar, que le asustaba. Y quería recuperar su estabilidad lo antes posible.

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora