Un vagón de charla

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Tan pronto como volvemos a entrar en el tren, después de la "fiesta" (que para mí fue más un sufrimiento que otra cosa) realizada por el distrito 11, corro sin mirar al resto de mis amigos, o tan siquiera comentárselo, para encerrarme y no salir en un buen período de tiempo. Estoy aterrada, incluso más que eso. ¿Qué voy a hacer ahora? No he conseguido anda, absolutamente nada, y no entiendo el por qué. No les he dicho en ningún momento algo como "oye, quiero acabar con el Capitolio, ¿os unís?". ¡Ni siquiera algo que se le parezca! Solamente hice un resumen de las palabras de mis compañeros, sin ningún comentario que pudiera provocar el gesto del anciano. 

Entonces, ¿por qué? No lo entiendo, mi mente no puede comprender la razón del actuar por parte de la gente. ¿Seré así en el resto de distritos? Sólo pensarlo consigue que mis músculos se tensen y mis nervios disparen. Noto como todo me da vueltas, así que tan pronto llego a mi habitación, me siento en el borde de la cama, dejando que mi cansado cuerpo recupere las energías, o al menos no tenga ganas de fallarme y provocar que caiga al suelo. 

Tengo que tranquilizarme, eso es lo primero, pero cuando saco la rosa blanca junto con el papel doblado con el nombre de la chica, relajarme es lo último que consigo. ¿Por qué las cosas tienen que ser tan complejas? 

¿Por qué?

¿Por qué? 

Escucho unos golpes procedentes de la puerta, la cual permanece cerrada. Alguien está al otro lado, pero ahora mismo lo único que quiero es estar sola con mis problemas, o al menos, eso me obligo a pensar yo. 

- ¿Estás ahí ____________?

La grave y armoniosa voz de Peeta es la que procede del otro lado, es la persona que golpea mi puerta con la necesidad de saber cómo me encuentro, o mejor dicho, dónde me encuentro. 

Hay una pelea interior entre contestar o quedarme en silencio hasta que desista y se largue. Sí, la mayoría de la gente estaría encantada en aceptar, pero yo, ahora mismo me encuentro muy dividida. Si le paso mis problemas a Peeta, tal vez solo lo ponga en peligro, uno que no quiero que corra. ¿Y si Snow tiene razón, y él llegase a morir por culpa de estar conmigo, por un levantamiento causado por mí? Me niego a pensar eso, aunque cuanto más asimilo la posibilidad, más me doy cuenta de que es probable. 

¿Qué haría yo sin él? Nada, absolutamente nada, lo tengo muy claro. Lo necesito demasiado como para replantearme a estas alturas una vida sin él. Y eso sé que me va a causar muchos problemas. 

- Pasa. - me animo a decir, pero cuando la puerta se abre y vuelve a cerrar, confirmándome que se encuentra ya dentro, no miro hacia él, sino sigo observando con terror en el rostro hacia la flor que muevo entre las manos. 

Noto un contrapeso en la cama muy cerca de mí, y tanto su fragancia como su calor corporal me saludan y consiguen que mis músculos comiencen a relajarse poco a poco. Ciertamente lo necesitaba, todo mi cuerpo lo hacía. 

- ¿Estás bien? - pregunta, pero yo ni siquiera le he mirado a la cara aún. - Te fuiste de repente y nos asustamos. ¿Qué te pasó? 

- ¿Viste lo que le hicieron a ese anciano? - digo, sin responder a su cuestión, o tal vez sí. 

- ___________...

- Fue por mi culpa, por lo que dije... - cierto, es cierto, porque al fin y al cabo, no mataron a nadie mientras que los demás pronunciaban su discurso. 

Sólo en el mío, en ningún otro. Y me temo que va a ser así lo que resta de Gira. 

Mi labio inferior tiembla, mi voz se rompe y mis ojos escuecen a morir. Quiero llorar, ya noto cómo se nubla poco a poco mi vista por culpa de las débiles lágrimas que quieren acabar destrozándome por completo. Me siento débil, culpable e inútil al saber que seguramente sea lo que sea lo que haga, no voy a poder solucionar el mal que he causado de forma sorprendente. Y es que me enfada de sobre manera. ¡Yo jamás le dije nada a Katniss! Y no quiero culparla a ella, claro que no, pero me estresa que la gente saque falsas suposiciones y me use como símbolo para su tonta revolución. 

En Llamas {Peeta y tu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora