Más de mí que del resto

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Estuve a un mensaje de cagarla y muchas veces por no hacerlo, terminé diciendo cinco letras para arreglarla. Vivo constantemente entre dos sílabas que extraño y así mismo nunca he pronunciado. Lloro por el día, me burlo por las noches, no sé si mañana culmine una oración, mi camino o algún sueño en formación. Me pesa el cuerpo, las piernas, la espalda; me duelen el corazón y los ovarios, y en ocasiones no sé si es por lo tanto que guardo, o por el rencor al que no le he soltado la mano. Perdí límites, evadí la verdad, una calesita de cuestiones de la que nunca me atrevo a bajar.

Los tonos marrones en las fotografías me fascinan, sobre todo cuando dentro del cuadro se combinan. Cuando era chica creía que ese color era para mí, que yo sabía resaltarlo, porque como nadie más lo notaba hermoso me hacía sentir especial saber que encontraba belleza en lo anormal, y aunque la historia de cómo llegué a creer que él era para mí sea tonta... creo que marcó más que asmuchas otras. No sé si sigo hablando del color, o de alguna situación en especial, no sé incluso si hablo, escribo o solo me callo para no quedar mal. Estoy a centímetros de perder el miedo a ser yo, pero contradictoriamente me parecen más cercanos aquellos seis metros bajo tierra que en algún momento terminaré visitando. Les tengo miedo a las arañas, pero no cuando no hay nadie que las mate por mí, y si de eso se trata esto a lo que llamamos "existir"... no sé hasta qué punto me llame la atención desear seguir.

Tardes de verano en las que hallé cicatrices curadas y de igual forma mis manos seguían temblando. Fumo mal y de verdad me da igual, porque muchas cosas se me dan gravemente peor y aún me sigue sorprendiendo, y a su vez preocupando, que la gente se fije en algo tan vano. Eso dice más de ellos que de mí en general, y me caga ver heridas gigantes en actitudes pequeñas a las que no le voy a prestar mi participación para curar. Me duele el abdomen y dudo si sea por los insectos que estoy criando o por la vida que estoy llevando, aunque no lleve ninguna porque la mía se queda siempre esperando. Esperando, esperando, esperado. Y yo voy a seguir siempre pronunciando lo que nunca a mí fue dedicado; voy a seguir escuchando lamentos ajenos dándome cuenta tardíamente que yo nunca desde adentro he hablado; y voy a seguir con palabras arreglando lo que otros con su tibiez terminan lastimando. Qué bronca, qué asco. Es un circuito cerrado al que no podré nunca permitirle detener el recorrido de mis energías, ni siquiera cuando no tenga cómo seguir remando. 


Luján Amaya 

PENSAMIENTOS DE UNA CHICA DE PELO AZUL | #1 EscritosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora