Nada de besos

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Claire 

Cruzamos el jardín cogidos de la mano y entramos en la casa por la puerta trasera que da a la zona de la cocina. Se trata de una planta abierta y diáfana por lo que, desde donde estamos, se ve también la zona del comedor y el salón. Soy una fanática de los programas de reformas, por lo que es inevitable que mis ojos se paseen por el espacio admirando cada detalle. Las paredes son blancas, excepto una del fondo que está revestida con un papel pintado elegante. Los muebles de la cocina y la encimera también son blancos, pero la isla, que es de grandes dimensiones, tiene espacio para sentarse y separa los ambientes, es de color gris añil. Tras la isla hay una mesa de madera noble para ocho comensales y, más allá, se vislumbra un salón cuyo elemento principal es una chimenea de leña de diseño moderno. Frente a la chimenea hay un sofá con chaise longue de color gris y, en perpendicular al sofá, dos sillas de diseño. Una enorme alfombra blanca delimita el salón sobre el suelo de madera oscura.

—Dios, este lugar es precioso —digo emocionada.

—Sí que es precioso, sí. —La voz de Oliver suena enroquecida y yo desvío mi mirada del espacio que nos rodea para centrarla en él. Sus labios están curvados en una sonrisa canalla y sus ojos me miran como si fuera comestible, dejando claro que su comentario poco tiene que ver con la decoración de la casa sino conmigo.

Trago saliva con fuerza al percibir la energía sexual que nos envuelve. La razón por la que estamos aquí me sacude de golpe y una parte de mí se pregunta cómo gestionar la situación. Podría tirar de su corbata, atraerlo hacia mí y juntar nuestras bocas, pero después de lo que pasó entre ambos hace unos meses, la idea de volver a besarlo, me aterra. Entonces ya me costó semanas dejar de soñar con sus besos. Y no quiero volver a eso.


Quiero algo simple, físico, sin complicaciones. Un intercambio de placer mutuo sin sentimentalismos. Algo que no sea tan íntimo como un beso.

Oliver sigue mirándome con una profundidad abrasadora. Yo entrelazo mi mirada con la suya y esbozo una sonrisa comedida en los labios. Él interpreta este gesto como una invitación a acercarse, y eso hace. Da un paso hacia mí. Luego otro. Al tercero estamos tan pegados que puedo sentir el calor que emana su piel a través de la ropa y el retumbar fuerte de su corazón contra el pecho. La sonrisa de Oliver se desvanece y sus ojos azules, se llenan de oscuridad y electricidad. Se inclina hacia delante acercando su rostro al mío, pero en el último momento, antes de que nuestros labios se rocen, giro la cabeza.

—Nada de besos —musito yo, con la boca seca por la excitación que recorre cada célula de mi organismo.

Oliver se aparta de mí para mirarme desconcertado.

—No te sigo.

—Para lo que quiero que hagamos no es necesario besarse.

—¿Y qué quieres que hagamos? —Entierra su rostro entre mi pelo y su voz me eriza la piel de la nuca.

Como respuesta, deslizo una mano bajo el kilt y la subo hasta su entrepierna. Me muerdo el labio cuando mis dedos se topan con el borde elástico de unos bóxers en su recorrido.

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora