Edward Marshall ha muerto.

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Claire

Miro la fachada de la casa familiar de los MacKinnon con los nervios trepando por mi estómago.

—¿Seguro que a tu familia no le importará que pase Acción de Gracias con vosotros? No quiero que se sientan incómodos por mi culpa —digo por enésima vez, y por enésima vez Oliver resopla y me mira con un movimiento negativo de cabeza, como si fuera un caso perdido y no supiera qué hacer conmigo.

—Claire, mi familia te conoce y te quiere desde hace tiempo. El hecho de que ahora seamos pareja no cambia eso —me asegura él.

Aunque ya hace una semana desde que decidimos complicarnos la vida juntos, aún soy incapaz de creer que esto sea real. Que Oliver y yo estemos juntos y que vayamos a asistir a nuestro primero evento familiar desde que lo hicimos oficial.

En la oficina ya lo sabe todo el mundo. En cuanto entregamos nuestras solicitudes de consentimiento a Recursos Humanos, el cotilleo se expandió a la velocidad de la luz. En un inicio tenía miedo de que eso despertara comentarios maliciosos hacia mí, como en su día sucedió con mi madre, pero no ocurrió eso para nada. De hecho, todo el mundo daba por hecho que en algún momento terminaríamos liados, incluso había una apuesta abierta sobre cuándo pasaría, y por lo que tengo entendido, la ganó Jeff, del departamento comercial. Solo Brad, el chico mono de informática con el que solía coquetear inocentemente, se ha mostrado decepcionado con la noticia. Según me dijo con un mohín, esperaba invitarme a salir en algún momento. No pude evitar reírme y darle un beso de consolación en la mejilla.

A pesar de todo, no pude evitar sentir vértigo cuando Oliver me propuso acompañarle en Acción de Gracias. Él sabía que iba a pasar el día sola y no


dudó ni un segundo en invitarme.

Así que, a pesar de todas mis dudas y mis miedos iniciales por lo precipitado de todo esto, aquí estoy, frente a la puerta de entrada de los MacKinnon. No es la primera vez que asisto a una de sus cenas. De hecho, mi primera cena en casa de los MacKinnon fue la precursora de nuestro primer desliz, ya que fue aquella la noche la que Oliver y yo terminamos liándonos en su casa. El caso es que no debería sentirme intimidada, porque conozco a todo el mundo y tengo una relación cordial con todos ellos, pero es inevitable que los nervios se apoderen de mi organismo en este momento.

—¿Preparada? —La voz de Oliver a mi derecha me trae a la realidad del presente.

Yo asiento y mi cuerpo se tensa cuando Oliver llama al timbre de la puerta principal. Enseguida esta se abre y Andrew MacKinnon, el padre de Oliver, aparece al otro lado. Su apariencia es impecable, como siempre, y encima de esa ropa lleva un delantal con un lema estampado en el centro del pecho: «Hecho en Escocia».

—Gracias por dejar que pase un día tan especial en su casa, señor MacKinnon —digo tras el saludo de rigor, ofreciéndole el paquete con pastas que llevo entre las manos y que he comprado en una pequeña pastelería francesa que hay cerca de casa.

Entre Leyes  y Suspiros (Libro 2: Saga Vínculos Legales) (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora