Capítulo 8. Mientras estés conmigo

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May. 

Creí que lo primero que pasaría por mi cabeza al aceptar ir a celebrar, era arrepentirme. Pero lo cierto es que no.

Llegamos al mismo club en el que me los encontré hace poco, literalmente. Natalie estaba algo reacia a beber en nombre de su cumpleaños, sin embargo, creo que Josh fue una excelente compañía en el asiento trasero del vehículo, porque consiguió que su expresión pasara de ser un poco insegura, a al menos dedicarle una sonrisa.

Lo tomé como una buena señal supongo.

Apenas llegamos al sitio, pedimos una mesa junto con unos tragos para empezar. Así que fue Josh quien empezó con el brindis, elevando el suyo

—Porque Jake y Maia dejen de actuar como niños y se besen de una vez.

—Cállate —negó su hermano

—Bien, entonces... —se lo pensó—. Por el cumpleaños de Natalie. Quien por cierto es una excelente compañía. Gracias, Natalie.

Esta se rio

—Nadie me había dicho excelente compañía —murmuró—. Pero sí, por mí. Brindemos por mí, ¿qué más da?

—Esa es la actitud. Salud.

—Salud —choqué el mío, bebiéndomelo rápidamente. La mueca que me causó fue breve. Así que pedí otro

En eso, Jake se acercó a mí

—Me gustaría que habláramos en privado.

Los nervios llegaron a mí, dejando mi piel de gallina al ser consciente de lo cercanos que estábamos. Pasé saliva, ante la intensidad del océano en sus ojos

—¿Hablar en privado? —repetí, intentando que mi respiración no se acelerara—. ¿Qué tal después?

—Maia —advirtió

—Estamos celebrando, hay que celebrar —me bebí el segundo, para entonces ponerme de pie—. Bien, yo... iré con Natalie a bailar. No se queden aquí o se les dormirá el trasero. No sé por qué dije eso, pero ya me entienden.

Tomé la mano de mi amiga y la jalé, comenzando a caminar hasta estar un poco más alejadas. En esta ocasión las personas sí estaban bailando, por lo que empezamos a hacer lo mismo

—Jake quiere hablar conmigo —le dije, intentando que me oyera por encima de los parlantes—. ¿Qué hago?

—Hablar con él —negó—. ¿Por qué te pones así?

—Es que no sé que decirle. Yo... de repente recordé que le dejé una carta antes de que se fuera a Londres. Me siento avergonzada. No quiero que sepa que no dejé de pensarlo todos estos años. Me veo patética al decirlo.

—Estás enamorada, es normal.

—Sí, pero no creo que él sienta lo mismo —lo alcancé a ver en la mesa, con Josh intentando darle algo que no le recibió. Volví a la chica—. Él tuvo novia, creo... la modelo empresaria esa. Ni siquiera ha pensando en mí como yo en él.

—No lo sabrás si no hablan como adultos.

—Nadie habla como adultos.

—Bien, entonces aprovecha —propuso—. Aprovecha que lo tienes para ti esta noche. No sabes lo que pasará mañana. Vive el presente y no te amargues por el futuro.

Detuve mis pasos, mirándola

—¿Eso crees?

Se detuvo también para darme una corta sonrisa

—Maia, por una vez, haz de cuenta que es el mismo chico del que te enamoraste en tu adolescencia. Piensa que no ha cambiado nada. Y que todo sigue tan presente como en ese momento.

Un concierto para dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora