35. Mariposas

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H O R A C I O   P O I N T   O F   V I E W

— Estamos aquí a los pies de la iglesia de Londres, todos sus amigos, conocidos, familiares y compañeros de Viktor Volkov para ofrecerles una despedida con todo el honor que Viktor se merece y aunque toda despedida esta teñida con las lágrimas de la separación, esto no es un adiós, las almas volverán a encontrarse en los caminos de nuestro señor Jesucristo.

Las palabras de ese hombre despidiendo el alma de mi prometido estaban llenas de una verdadera falta de sensibilidad, a él no le dolía de verdad ver a Volkov acostado en un ataúd del cual no iba a volver a levantarse, era una compasión falsa. Mi mente estaba completamente en blanco, sabía que debía llorar y eso hacía, las lágrimas caían de mis ojos que mantenían una mirada perdida y carente de aquella felicidad a la cual aspiraba llegar de la mano con mi amado Viktor, una felicidad que ahora, fuera donde fuera, no iba a volver a encontrar.
Mi felicidad hacía años estaba al lado de mi hermano, Jack me la arrebató y ahora lo había hecho de nuevo. Llevo mucho tiempo perdonando a todos aquellos que ni siquiera pensaron en mi cuando realizaban sus acciones, estaba harto, harto de pagar los platos rotos por simplemente querer ayudar.
Perdoné a Gustabo y no me arrepiento de ello, pero no podía hacerlo con Jack, mi vida, la vida de Gustabo era un infierno desde que ese hombre se cruzó en nuestros caminos.
Se acabó el encariñarme, se acabó el permitir que me pisoteen, olvidar todos los insultos del pasado y las humillaciones. Jack no había cambiado, era el mismo de siempre pero intentaba fingir que era buena persona para no morir solo.

El cura dejó de hablar y empezaron a cerrar el ataúd sabiendo que era la última vez que iba a poder ver su rostro, su piel y su cabello, la última vez, de todo.
— Un momento, quiero decir unas palabras.
Cuando dije eso, volvieron a abrirlo.

Por primera vez en toda esta despedida honorífica a mi amado, abrí la boca aún cuando no tenía palabras, sabía que tan temprano como dijese algo, me quebraría en mil pedazos por que si bien siempre tuve presente que nos arriesgábamos a la pérdida continuamente por nuestro trabajo, nunca creí que ocurría o al menos no quería aceptarlo.
Y si ocurría quería que es persona fuera yo, yo prefería estar muerto.
Y que por una vez, el me buscara a mi tanto como yo deseo ahora volver a hablar con el.
Aunque la verdad, no deseo esto para nadie.

— Adelante Horacio.
El cura se hizo a un lado cuando yo empecé a caminar hacia el atril, me temblaban las piernas, sentía que me iba a caer antes de llegar, todo daba vueltas al rededor de mi cuando sentí unos brazos que me aguantaban de pie, cuando giré mi vista solo pude ver al que durante muchos años de mi vida, me salvó de la muerte. Sin el, yo solo hubiese sido un niño de la calle, un simple niño abandonado.
Gustabo cargó conmigo hasta el atril, no hacían falta palabras, supe que Gustabo era mi soporte emocional y que para él, yo también lo era. Dos hermanos que sin tener nada, lo tuvieron todo.
Abrazando a mi hermano detrás del atril, froto su espalda, se sentía diferente, estaba menos delgado y parecía recuperar poco a poco su forma física original, se sentía como antes.
Mi unión a el era lo más fuerte que me quedaba.

— Tu puedes, Horacio, suéltalo todo.
Acaricié su cabello rubio después de separarnos, me sonreía mostrando sus hoyuelos a cada lado de las comisuras de su boca, sabía que se esforzaba en sonreír para hacerme sentir bien, para que no me preocupara aunque el estuviera aterrorizado.
Puse mis dos manos sobre el atril, mirando al frente a todas las personas que se encontraban en el lugar, evitando mirar a Jack, veo sus espaldas a alguien que tan solo yo podía ver, un hombre que me miraba con una sonrisa en la cara y me colmaba de paz, un hombre con vestimentas blancas y puras, era Volkov y estaba en paz.
Estaba feliz, escuchándome y mirándome a los ojos con el amor con el que siempre lo había hecho.
Volver a verlo no fue aterrador, no fue triste ni emocionante, no quise gritar por que sabía que a partir de este momento, no estaba solo, Volkov se iba a convertir en mi ángel de la guarda, todo iba a estar bien. Mi mirada se quedó clavada en el por muchos segundos, él tenía su mano reposando en el hombro de Conway, sabía que no quería que yo le guardase rencor pero era inevitable.
Respiré hondo.

Voz Silenciosa - Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora