Solo

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El hombre de sal

El hombre de sal

Amanece.

Las rocas que son casi arena se iluminan por un sol que incluso en las horas más tempranas convierte en cenizas a cualquier ser vivo al que pueda tocar. Hay un lugar que aún tiene sombra. . Cerca de la cordillera se encuentra una estatua rígida hecha de sal con la forma de un hombre en bata de ojos cerrados que se abraza a sí mismo.

Todo comenzó y todo terminó con miradas. Las primeras fueron descubrimientos.

Decidió que entre su creación había criaturas que se parecían entre ellas y que era importante no confundirlas. Así que le puso un nombre a cada una. Algunas eran plantas, otras eran animales, algunas tantas otras tenían un poco de ambas. Cada una tenía su nombre y el asunto quedaba resuelto.

La segunda mirada fue para entenderlos.

Todo era simple. Existían y sobrevivían.

Las cosas se complicaron cuando observó que se consumían entre ellos. Plantas consumían animales. Animales consumían plantas. Animales consumían animales y plantas consumían plantas.

No importa el tipo y la forma los grandes siempre devoraban a los pequeños.

Esos pequeños creaban maneras de defenderse muy ingeniosas: Espinas, cuernos, veneno. Había algunos que incluso aprendían a aparentar ser los grandes para confundirlos llegando en ocasiones a ser un depredador más.

Generaciones y generaciones de los seres pasaron y la observación siguió.

En la tercera mirada el observador eligió intervenir.

Especies pequeñas desaparecían completamente cada tanto.

Eso parecía injusto así que con un movimiento de la mano el observador los cambió de lugar para que los que se iban extinguiendo pudieran escapar. Esto provocaba confusión y miedo que poco a poco se convirtió en la ira de los seres más grandes que perdían su comida. Con el tiempo aprendieron a expresarlo en un lenguaje en común dirigiéndose a un observador que nunca podían encontrar con la mirada pero que sentían que estaba ahí.

-¿Si de justicia se trata, porque no proteges a los que mueren cada día bajo tus pies?

El observador descubrió con horror que mientras daba pasos en cada observación al acercarse morían bajo sus pies las criaturas más pequeñas de todas. Aquellas que estaban lejos de la mirada de todos. Incluso si no las pisaba el movimiento de sus pies cambiaba el terreno y provocaba muerte. Sabía que estaban ahí pero que asumían no corrían riesgo al estar lejos de todos sumidos en la oscuridad de ese universo diminuto estaban fuera del alcance de todos, pero nunca se consideró a sí mismo.

No eran los únicos.

Los seres planta que quedaban a su sombra cada que les daba la espalda para salvar a otros tampoco sobrevivían.

En la cuarta mirada aprendió que podía estar donde él quisiera en el momento que algún ser necesitara su ayuda. Cambiar de espacio a voluntad.

En menos de la velocidad de un parpadeo podía estar en todos los lugares a la vez lo suficientemente rápido para no hacer sombra ni dejar a nadie sin atender.

El observador se reconoció como sabio al haber obtenido todas las respuestas.

Las miradas tuvieron que volver.

Los seres poco a poco comenzaron a morir. Todos y cada uno. Salvarlos siempre tenía consecuencias. Algunos morían de hambre, otros morían de frio, de calor. Los que eran salvados quedaban lejos de su comida, los que quedaban cerca comían demasiado y acababan con alguna especie. Con el tiempo todos murieron.

El observador ahora se reconoció sabio.

Empezó todo de nuevo. Así que creo seres una vez más. Más grandes, más inteligentes, con capacidad de comunicarse entre ellos. Pero no mejoraron las cosas sino que todo se precipito con una velocidad apabullante. Siempre que necesitaban ayuda mover un dedo en auxilio provocaba algo en el sentido opuesto. La complejidad de los eres creaba ecosistemas caóticos que a su vez cambiaban el clima. Todos murieron. Otra vez.

Ciclos incontables de repeticiones ocurrieron y ahora el sabio no podía ver bien. Las lágrimas eran infinitas. Cada creación era una desgracia, cada ayuda era una infortunio en potencia y solo bastaba esperar para descubrir cual tocaba. Tuvo una última mirada.

Cuando el no intervenía pasaban menos cosas. Era doloroso, era frustrante. También descubrió que incluso para cuando no intervenía su sola mirada cambiaba la conducta de los seres que ahora eran conscientes de su existencia siendo para ellos invisible solo a los ojos. La inteligencia dotada a estos individuos les daba la capacidad de deducir que había algo más allá que controlaba sus vidas.

Comenzaron confrontaciones buscando su favor. Ciclos de sangre y dolor que solo se engendraban a si misma creando la criatura definitiva que era el conjunto de las otras en su peor manera. La guerra.

Entonces decidió cerrar los ojos para no causar nada con su mirada y ellos descubrieron su sombra. Las guerras eran ahora por quedar bajo cualquier mínimo rastro de sombra de sus brazos o espalda contra el sol. Todos murieron. De nuevo.

Hubo una última creación ahora sin mirar, ahora poniéndolo todo y a todos lo más alejados posible. Seres lejos de otros seres, a distancias inalcanzables entre ellos. En lenguajes que hiciera imposible tener peleas en común. Convirtió el sitio donde miraba en un lugar sin vida. Rompió el ciclo de la luz en el lugar y ahora el sol ahí inundaba ese espacio con un calor abrazador que todo lo consumía. Nadie se acercaría sin dejar de existir. Y así, con los ojos cerrados y con los brazos abrazándose para no hacer sombra dejo que el poderoso sol del lugar lo convirtiera en sal. El ultimo regalo, libertad.


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⏰ Last updated: Mar 03 ⏰

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El hombre de salWhere stories live. Discover now