Capítulo 11

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Jennie y Jisoo caminaban en la oscuridad del jardín, con un silencio impresionante. Todo se encontraba tan oscuro, que la alfa, tuvo que guiar en muchas parte a la omega, para que no terminara en el suelo.

Llegaron al punto exacto en el que Jennie había planeado, aunque estaba nerviosa por lo que iba a hacer esa noche.

Estaban debajo de la casa del árbol que Jisoo había observado hace muchas noches. En la oscuridad, se podía observar lo grande que era la casita.

No había una escalera para subir, ni un camino posible. Lo único que había, era una cuerda, que se perdía en el interior de la casa.

—Espero que no te burles de nosotras. Éramos jóvenes.

—¿Qué voy a encontrarme allí?

—Ya lo veras. Tendrás que subirte a mi espalda.

Jisoo no estaba segura de lo que deseaba lograr Jennie, pero sin protestar, subió a su espalda, y se aferró al cuerpo de la chica con toda su fuerza.

—Ni se te ocurra soltarme. Es una orden.

La omega iba a contradecir las palabras de Jennie, pero cuando comenzó a elevarse por aquella cuerda, soltó un grito. No entendía de dónde sacó Jennie la fuerza para elevarse por los aires, sobre todo si sostenía su peso a sus espaldas. Se mantuvieron suspendidas mientras la alfa, abría la puerta. Una vez dentro, volvió a cerrar, dejándolas seguras en las alturas. Jisoo seguía aferrada a su espaldas, y al sentirse segura en aquel lugar, se bajó y empujó a Jennie con molestia.

—¿Qué te pasa? Pude haber muerto. Pudimos haber muerto.

—Oh, lo siento mucho. Creí que sería divertido.

—¿Divertido? ¿Jugar con la muerte es divertido?

—No, quería probarme. Hace mucho tiempo no subía. Con Seulgi hacíamos competencias. Siempre le ganaba. Lamento mucho esto, pero no hay escaleras. Fue mi idea. Estar en esa casita es un privilegio.

—Casi muero.

—No, yo nunca dejaré que te pase algo malo. Jamás. Para la próxima, usamos el tubo.

Quería preguntar lo que era el tubo, pero Jennie encendió las luces del lugar. Seguía sonriendo con felicidad, y eso, relajó su cuerpo enormemente. La sonrisa de Jennie, transmitía demasiada paz.

Había muchos juguetes por el lugar. Muchísimo. Balones, autos, cartas, y uno que otro póster de películas anticuadas. También había una foto de Seulgi y Jennie de pequeñas, pegada en una de las paredes. Era una imagen adorable.

—Esta era la guarida. ¿Te gusta?

—¿Por qué se llama la guarida? ¿Hacían muchas cosas malas aquí?

—Pues, no quieres saber eso —respondió con una sonrisa burlona en su rostro— Es secreto.

—No quiero ni imaginar a cuantas personas trajeron a este lugar. ¿Subías a todas tus conquistas así?

—Yo no, pero Seulgi sí. No le cuentes a Irene. Se supone que no podían venir omegas a esta guarida de alfas. La única que ingresaba cuando desaparecíamos por muchas horas, era mi mamá.

—Guarida de alfas...

—Sí. Alfas.

—¿Y qué hago aquí?

—Sorpresa.

Jennie comenzó a remover las repisas de aquella casa del árbol. Se encontró con muchos juguetes que había creído como perdidos. Era un lugar lleno de recuerdos bonitos junto a su hermana.

INFILTRADA - JENSOO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora