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—Bueno, yo me voy a separar ya, no vaya a ser que Atenea me corte el cuello por pasar demasiado tiempo pegada a su hombre

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—Bueno, yo me voy a separar ya, no vaya a ser que Atenea me corte el cuello por pasar demasiado tiempo pegada a su hombre...

Si las miradas matasen, Bibiana estaría ahora mismo a seis metros bajo tierra. Mis ojos la fulminan de inmediato, sintiendo cómo mis mejillas cogen color por la vergüenza de su comentario. Podría haberlo dicho en español para que a Charles le costara más entenderlo, pero no, se ha asegurado de decirlo en inglés mientras estaba abrazada a él, como si quisiera asegurarse de que él lo escuchase a la perfección.

Para mi sorpresa, Charles ríe un poco y se separa de Bibiana, lanzándome una mirada divertida.

—No sé yo si le hará mucha gracia que me llames "su hombre". Según le comentó a mi amigo Cedric, no le caigo demasiado bien.

El calor de mis mejillas aumenta hasta tal punto que casi estoy segura de estar echando humo por las orejas. Mi mejor amiga, que parece haberse propuesto avergonzarme lo máximo posible delante de la persona menos indicada, rompe a reír al escucharle y niega con la cabeza. Ambos parecen haber creado una especie de alianza cuyo único objetivo es hacer crecer mi deseo de que me trague la tierra cuanto antes y me arrepiento al momento de haber traído a Bibiana hasta aquí.

¿Pero en qué momento Charles Leclerc y mi mejor amiga se han puesto de acuerdo para humillarme? ¿Qué tipo de realidad paralela es esta?

—¿Que no le caes demasiado bien? ¡Pero si casi se cae para atrás en cuanto has aparecido por la puerta! ¿Es que no has visto cómo te miraba el...?

—¡Bibiana! —interrumpo antes de que pueda firmar su sentencia de muerte con la siguiente palabra que iba a decir—. ¿No te apetece acompañar a alguno de estos señores tan majos de Ferrari a ver si te enseñan el garaje, las instalaciones o la puerta a la mierda?

Mi mejor amiga por fin parece ser afectada por las dagas de mis ojos porque compone la expresión más inocente del mundo antes de mirar al hombre que viene en cuanto Charles le llama, empezando su usual parloteo con el pobre trabajador. El alivio que siento al escapar de toda la posible humillación de mi mejor amiga pronto es sustituido por la tensión al darme cuenta de que me he quedado completamente sola con Charles.

—Veo que has cumplido con la apuesta —dice él, señalando con una sonrisa el polo rojo que me compró.

—Yo siempre cumplo con lo que prometo, aunque signifique vestir otros colores que no son los de mi escudería.

—¿Entonces no has querido que ganase en ningún momento? ¿Te lamentaste cuando crucé la línea de meta el primero, deseando que hubiera sido Alonso en mi lugar? —Charles hace un gesto hacia uno de los sofás para que me siente junto a él. Me doy cuenta de que el chico con el que se ha ido Bibiana ha debido de traernos un carrito de bebidas y aperitivos, porque junto a nosotros veo toda clase de opciones—. ¿Quieres que te sirva algo de beber o comer?

Todo al rojo {Charles Leclerc}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora