Capítulo 39: Lecciones y elecciones

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Antes de leer, quiero decirles que si este capítulo llegó a ustedes hoy es porque hice lo imposible para subirlo con todo lo que anda sucediendo. Por favor, denle mucho amor, no olviden votar y comentar. 


Brianna 

Para la mayoría de las personas, la época dorada de la vida, comenzaba al cumplir dieciocho años, aunque para otro pequeño grupo de personas, el mejor momento de su vida, se reducía a cuanto habían brillado en el instituto.

Y por desgracia, el mejor momento de la vida de Aleksandra Belikova, había acabado antes de cumplir siquiera los dieciocho, ardiendo en el infierno como la perra mala que era.

Un final trágico para alguien que siempre había sido infeliz.

—¿Por fin estás lista para hablar de ello? —La voz de Susan se escuchó como una melodía suave y maternal contra mis oídos—. Sabes que no estás obligada a hacerlo. ¿Qué sucedió qué cambiaste de opinión y decidiste venir a verme? Nuestra próxima cita es el jueves, Brianna.

Era lunes por la tarde, cuando decidí ir hacia su consultorio de la terapeuta escolar, en busca de algún tipo de cierre al debate mental al que me había estado enfrentando desde la muerte de Aleksandra y al cargo de conciencia que ella misma me había otorgado al enviarme ese último mensaje a mi teléfono.

En algún determinado momento, había pensado que, incluso cuando había decidido quitarse la vida, al escribir esas palabras, había dejado por capricho una carga pesada sobre mis hombros, para constantemente seguir perjudicando mi existencia.

Pero ahora, con una nueva perspectiva de las cosas, las líneas invisibles que describían quién era víctima y quién victimario, comenzaban a desdibujarse en mi cabeza para otorgarle una posición diferente a cada jugador de lo que parecía una partida de juegos de azar sin fin.

—No parezcas tan sorprendida —le contesté, al tiempo, tomando asiento en el sofá acolchado en el que normalmente eran las sesiones que llevábamos a cabo. Al tiempo, en el que la mujer mayor sacaba la libreta que utilizaba para los diferentes apuntes que realizaba sobre sus pacientes.

—Puedes comenzar cuando quieras —añadió después, ajustando sus gafas de montura moderna sobre el puente de su nariz.

Nunca había sido capaz de tomarme el tiempo para procesar mi propio duelo sobre las situaciones vividas en el pasado y nunca había sido capaz de hablar con sinceridad de las cosas que me quitaban el sueño por las noches. Con la nueva resolución de la situación, solo le añadíamos un ingrediente diferente a lo que pensaba de las cosas.

Un poco falso.

Un poco letal.

¿Qué era verdad? ¿Qué era mentira?

Nada era mi culpa, ni siquiera la forma en la que sin pedirme permiso me habían convertido en cómplice de la muerte de Kamila con un grupo de personas que tenían propósitos inhumanos y desconocidos.

La mirada fija de la mujer sobre mí, hizo que apartara el hilo de mis pensamientos, recordándome de inmediato a las razones por las que había decidido acudir a ella finalmente. Una sonrisa amable se extendió por su rostro, así que se la devolví, aclarándome la garganta, para luego hablar.

—¿Qué me dirías si te cuento que ya no me he estado sintiendo culpable por la muerte de Aleksandra? —Tuve que aparentar los dientes y cerrar mi boca por estarlos rechinando sin parar. Luego de tomarme un respiro continúe—: Por el contrario de lo que creo que estés creyendo, a veces, me siento peor por pensar que es lo mejor que me pudo pasar. No me entristece ahora en lo absoluto, no me sigo lamentando por ella, no después de que incluso casi me olvidara de un día fue parte de mi vida.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora