2. Curiosidad.

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―No veas cómo han dejado esto, tío... ―Gustabo palpa la superficie astillada junto a la cerradura, deja que la puerta choque contra el marco y rebote hasta rozar sus tenis― Anda, que para ser unos pringaos menudo equipamiento lleváis encima, ¿no? ―avanza más allá del recibidor y se detiene bajo las diversas piedras que conforman el amplio arco que conduce a la sala de estar. Allí contempla los dos bolsos negros de lona confiscados, en cuyo interior se entremezclan algunas llaves con la peculiaridad pintoresca de la tarde: una pistola de perno cautivo. Gustabo no puede evitar soltar una carcajada― Mira, mira, si hasta parece esto aquí una película de los hermanos Coen y todo, no veas...

Cuando Gustabo alza la vista, Isidoro cruza el patio trasero y entra por uno de los ventanales de la sala de estar, arrastrando consigo al segundo individuo involucrado en el asunto, quien está esposado y cojeando. Al detenerse, Gustabo se encuentra con la mirada irritada de su compañero semi-encapuchado, quien, a pesar de no haber hecho ningún comentario en el asunto, sabe perfectamente la razón de encontrarse apresado gracias a las migajas que todavía se aferran a su frondosa barba castaña.

― ¿Qué pasa? ¿Te has quedao mosqueado?

Ntch. ―Hombre... Ya quisiera' tú 'stá en mi posición, ¿no te jode? ―hace un amague por acomodarse, una mueca de dolor planta líneas de expresión alrededor de sus ojos.

―Caballero, en la vida no siempre se gana. Cuanto más rápido lo acepte, será usted más feliz. Se lo aseguro. Ya le tocará huir en la próxima. Uno y uno... y así.

Isidoro reúne a ambos detenidos a los pies de Gustabo, mientras él se encarga de entrar a la PDA.

―Eso si El Agente León lo permite, Gustabo ―con solo verlo de soslayo ya sabe que su placa se encuentra elevada por encima de su cabeza.

Decide ignorarlo.

No se detiene, su mente requisando cuanto dato se dirija hacia él: ―Además, así la vida es más divertida, joder ―tamborilea sus dedos sobre los bordes del aparato en un afán por enfocarse―Isidoro, ve diciéndole a algún alumno si puede mandar a un cerrajero para nuestro 10-20.

Los ladrones susurran entre dientes, la radio no deja de emitir pitidos cerca de su clavícula y el sonido constante de la bota de su compañero golpeando el piso encerado lo distraen. A pesar de haber tenido un día agotador, se esfuerza por no delegar la carga a alguien más.

―Si tiene' algo que decí', dilo ya, tete ―Isidoro patea la suela de uno de los ladrones.

―No me parece justo, tío ―una queja que replica el llanto de un niño pequeño.

―Tu prioridad era robar, pero decidiste hacerte un sándwich y te hemos pillao ―Gustabo abandona el trámite y coge uno de los bolsos por sobre su hombro.

―Un hombre no puede ser malandro con el estómago a la miseria, agente.

―A mí tampoco me parece justo, parce...

―Eh... A ver si te aclaras, chulito de turno. Agradece que no te haya acribillado nada más verte ―Isidoro le imita. Gustabo siente que sus pulmones están a punto de estallar.

―A quién vas a acribilla' tú, Isidoro de los cojone'-

― ¡Eh, más respeto, tío! ¡Que te empapelo!

Gustabo le propina un golpe poderoso entre los omóplatos, seguido de una mirada desafiante que le indica que se detenga y tome a uno de los delincuentes por el brazo. Pronto saldrán de servicio y éste será un éxito más para la dupla. Imagina una ducha fría al final del día y eso lo lleva a soñar despierto mientras camina hacia la patrulla, cuando vuelve a subir las escaleras y al esperar una vez más en el interior del hogar a que alguien se haga cargo del pestillo destrozado.

6969 › FREDDYTABODonde viven las historias. Descúbrelo ahora