Prólogo

46 5 2
                                    

El lugar más pacífico del infierno es la Ciudad Caníbal, no se dejen engañar por el nombre. Sus residentes estaban acostumbrados a observar el caos de su alrededor de lejos a salvo y comía a los demonios que salían a cazar o que por descuido tenían la mala fortuna de pasarse por allí, por lo que hubieran repentinas muertes de su gente apareciendo mutilada no era lo normal. 

Nadie dentro o fuera de su comunidad podía meterse a su ambiente alegre y familiar para arruinarlo y salirse con la suya. Ni siquiera Alastor, con su influencia y sueños de gobernar el infierno, habría pensado en atentar contra los suyos (no sin un buen motivo o plan). Sería un respiro para ellos que su overlord caníbal en persona viniera para salvar a estos pecadores que ningún daño habían hecho a otros demonios que no fuera solo para alimentarse o defenderse.

El demonio de la radio finalmente encontró a la criatura que aterrorizaba a la Ciudad Caníbal, listo para matarla. Más analizó su entorno, una cueva oscura y algo húmeda era el escondite donde anidaba, rodeada de lo que parecía baba y telarañas pero sin el patrón común de las arañas. Una vez lo observó a detalle con su fuego verde descartó la posibilidad de que fuese algún demonio araña. Había rastros de comida y empaques de frituras al inicio de su camino, y al adentrarse solo encontró el olor repulsivo de la carne de demonio y trozos desmembrados iniciando su descomposición. Pero qué desperdicio, pensó para sí mismo. 

—Trataste de contener el hambre sin éxito, ¿no? — preguntó en su tono burlesco y carismático que lo caracterizaba. Su sonrisa parecía algo  más natural al ver su trabajo de novata en ocultar sus actos. Le pareció adorable (en el mal sentido), como un niño que viste la ropa grande de sus padres o su maquillaje para aparentar verse adulto.

Continuó su camino echando una mirada curiosa a las paredes y techos con miembros y extremidades colgadas mientras deslumbraba con su fuego verde que parecía mantener levitando en la palma de su mano. Sus ojos como su sonrisa se ampliaron más ante la sorpresa de casi chocar y alzar la vista, la cabeza, echar para atrás su nuca para ver el tamaño de esa cosa. Y pensaba que Zestial era alto. 

—¡Ah! ¡Una polilla rosa! — exclamó reconociendo el patrón de las alas rosa y amarillo. Dichas alas solo se alzaban por la respiración profunda que hacía alzar sus hombros. Parecía estar en posición fetal— ¡Pero que encantador! Mucho mejor que las del demonio polilla que se empieza a creer un overlord digno — expresó burlón y sonriente limpiándose sus garras en su traje y después se apoyo en su micrófono que le servía de bastón.—. A diferencia suya tú pareces muy bonita.

Volteó gruñiendo levemente sobre su hombro con sus ojos rojizos fijos. 

La teoría de Alastor sobre que este monstruo en verdad fuera un pecador nuevo se iban confirmando.

—¿No me crees? — preguntó fingiendo un tono inocente pero sin perder su aparente felicidad y temple, como si le estuviese ya hablando a un amigo de toda la vida, se puso cómodo haciendo aparecer un banquito elegante de forro rojo aterciopelado en una postura que le acompañaba bien al mueble y atrayendo la atención del demonio que lo miraba encima de su hombro.— ¿Sabes qué es lo único que busca con desesperación una polilla más que nada?

No hubo respuesta más que un suave gruñido y continuó hablando cerrando sus ojos y dejando una pequeña flama verde en el suelo rocoso y húmedo para iluminar y brindar algo de calor.

—Luz. —. Su voz sonó casi como un suave susurro. Como si la luz que decía viniera de sus palabras y no de esa llama verdosa.— Las polillas solo quieren verla, admirarla, sentirla, formar parte de esas luz… Están tan desesperadas que, sin darse cuenta, nunca llegan a ella. Creen alcanzarla, pero lo único que hacen es chocar… y chocar… y chocar… y chocar… 

Arrastraba la letra ere haciendo que el demonio enorme gruñera tembloroso incomodado. Abrió sus ojos girándose a verle. La pausa fue más tortuosa para la polilla que para el venado pequeño que le sonreía como si esperara a darle oportunidad de hablar, pero la vio desperdiciada.

Solo silencio. Quieto, mirando. Solo crujía el fuego verde.

—¡Dato curioso! — exclamó haciéndole sobresaltar.— ¿Sabías que… las polillas mueren hasta que se aparean y tienen sus crías? —. Un dato de ese estilo incomodaba más si venía acompañada de su sonrisa como si no acabara de decir algo extraño y algo triste.— Así que, no te asustes por tu apariencia demoniaca, creeme que te toco una criatura muy bella como nuevo cuerpo. Y quien te diga que los demonios gato son mejores, ¡mandalo a comer mierda! 

Se rió fascinado con su chiste.

Le bajo de intensidad al notar como el demonio volvía a darle la espalda, pero ni eso borraría su sonrisa.

—¿Y te digo porqué? — cuestionó suavemente haciendo notar más su filtro de voz con estática de radio.— Porque entonces… no es “una luz” lo que tanto anhelan las polillas. ¿Puedes averiguarlo, qué es entonces?— De nuevo, no hubo respuesta del ser asesino que mantenía postura dócil.— Amor. — respondió al fin de manera suave. 

La polilla volvió a encorvarse. Había dado en el blanco. No perdió esa elocuencia y emoción en sus palabras que lentamente iban penetrando el ser asesino pero sensible cuya apariencia aún tenía intrigado.

—Te escondes y te avergüenzas porque lo primero que temieron fue tu aspecto, lo de las cacerías tuyas vinieron después —. Sus antenas se alzaron. Entre más se encorvaba, más parecía volverse pequeña.—. Si viniste a este mundo en forma de polilla…— se levantó tomando su bastón y haciendo desaparecer como sombra el banquito.— eres alguien que murió por amor. O al menos, amando… como nadie hubiera imaginado. 

Su sonrisa amplia era real. Sus palabras lentas y suaves calaron hasta reducirla a una estatura más dócil, apreció su cabello largo rubio y figura femenina, mirando hacia el piso con lágrimas en los ojos y empapando sus pestañas. Se aventuró a aproximarsele ofreciendo un pañuelo que sacó de su manga.

—Y no hay nada más honorable, y admirable… que morir amando como nadie te amo en la vida.—. Aceptó el pañuelo y limpió sus lágrimas la polilla de piel rosa.— El cielo es un misterio, y una hipócrita. Tal vez… Pecaste de amar demasiado. Tú eres de esas — señaló mientras volteaba a verle la polilla.—, eres de las mujeres que aman demasiado.

Sostuvo aún el pañuelo rojo y se volteo a mirar el fuego la polilla despeinada y de ropa rota con claras manchas de sangre y tierra.

—No eres como ningún demonio polilla que haya se visto antes — elogió inclinándose cerca de su rostro así ella evadiera el  contacto visual y se fijara en el fuego verde.—. Tu forma… me recuerda mucho a la mía —. Sonrió más en cuanto ella le dirigió la mirada de vuelta.—. Me dice cuánto te llevas guardando de tu vida… ¿Pero qué sentimiento pudo haberte llevado a atacar a mi pueblo? — averiguó y siguió adivinando de manera divertida, amable, como si no la estuviera regañando o reclamando como se esperaba ella. El demonio de la radio continuaba en listando y dándole emoción a cada una de sus sugerencias.— ¿Tristeza?... ¿Rabia? … ¿Miedo?... ¿Decepción? … No … Odio.

Se desplomó en lágrimas tirándose al piso, a manera de súplica juntaba sus manos sin despegar su cabeza ni rodillas del piso rocoso y mojado.

—¡Fue… fue un accidente! ¡Juro que yo no quería…! ¡Yo jamás…! ... ¡YO SOLO TENÍA HAMBRE!

Las lágrimas le ganaron y no pudo siquiera formar mejor sus palabras.

Mientras tenía una alma rogándole por clemencia y algo de humanidad, sonriente chasqueo la lengua y se inclinó a acariciar suavemente su cabeza.

—Yo lo sé, yo lo sé… No hay nadie que llegue aquí con el plan inicial de dañar a otros —le habló compasivo ocultando su orgullo por haber amansado a la bestia.—. Ahora, cuéntame… ¿qué fue lo que te pasó?

"Both in life and death" [OC x Canon Fanfiction]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora