Encuentro aguerrido.

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Razhug'Nakal: Ubicada en la frontera oriental con Annuvin, entre las extensas cadenas montañosas de Heinem. Territorio sin ley ni domino, refugio de criminales; ladrones, asesinos, prostitutas y exiliados;
Lugar insalubre de abandono y muerte, donde sólo una ley prevalecía... La supervivencia del más apto.
-La escoria de la escoria. No ha existido sitio más asqueroso entre los reinos de occidente - Asmos pensaba a la vez que caminaba por aquellos rumbos, observante a su alrededor. De vez en cuando se topaba con restos de cadáveres: Tanto de humanos como de animales en el camino, debido a que el invierno ya se había hecho presente, azotando las montañas con ventosas y tormentas de nieve.
Caminaba en dirección a un lugar vulgarmente conocido como "Gorath", que en antiguas lenguas significa "Escudo". Una ciudad no muy lejana donde esperaba pasar la noche y conseguir algo de información valiosa para sus propósitos e investigaciones, así como provisiones para su viaje. Continuó su travesía hasta llegar a lo alto de una montaña, desde donde era posible divisar el humo de algunas chimeneas y hogueras, así como viviendas. Miró con atención lo que a lo lejos podían reconocerse como cuerpos empalados a la entrada del lugar, cabezas colgadas, puestas sobre puntas de lanzas y palos de madera, otros más clavados a lo que restaban de lo que alguna vez fueron las enormes murallas que le dieron el nombre a lo que fue la capital del extinto reino del mismo nombre.
Mientras tanto; Resonaban las botas al pisar esos pedregosos terrenos cubiertos de aquél grueso manto nevado. Una capa negra cubría la cota de malla que portaba aún sobre el abrigo de piel de sarrio. Avanzaba con pasos lentos y a la vez firmes; le seguía la pista a su objetivo a cazar, se había estado guiando por medio de las víctimas, pues casi siempre mataba de manera muy similar a la anterior.
La noticia no tardó mucho en esparcirse; ofreciendo una jugosa recompensa por su cabeza que día con día valía más. Continuó su camino, de cuando en cuando se paraba a registrar algunos de los cadáveres que ahora no servían más que de alimento para las bestias, esperanzado en poder coger algo de valor en ellos, si es que aún quedaba algo.
―Es interesante...- Afirmaba él para sí mismo, mientras que recogía unas cuantas monedas que quedaron tiradas cerca de uno de los cuerpos, ocultas bajo las ropas ahora cubiertas de nieve, entre la cual había escarbado un poco. Le sorprendía encontrar los restos aún frescos, aunque era algo relativamente normal, supuso que se debía a las condiciones climáticas.
Tras caminar por las siguientes dos horas, consiguió llegar al miserable destino. Era tal y como lo decían, inmundo y asqueroso; capital de vicios, crímenes, fornicación, muerte. Una permanente sensación de peligro era lo que en sus calles reinaba; bastante decadente en verdad, lejos de la gloria que antaño tuvo. No sólo por la calidad de las personas que lo habitaban, o por bajo nivel de higiene que brillaba por su ausencia; Calles abarrotadas, unas más que otras; Rameras y gigolos vulgares ofreciéndose a todo aquél que pasaba, grupos y pandillas de bandidos en diferentes puntos.
El olor a sangre era mezclado con azufre, carbón y leña quemada, carne podrida, sudor y desechos humanos, tan penetrante era el hedor que no solamente Asmos tuvo que cubrirse la nariz y la boca con la tela de su misma capa. Con ojos lagrimeantes su paso aceleraba, buscando con desesperación escapar de ese horrible olor, llegando a refugiarse en el interior de una taberna conocida como "La guarida del dragón", o al menos eso era lo que se podía leer en una placa de hierro en la puerta, albergue para la más "fina" clase de ese inmundo sitio.
No había llegado ahí por gusto, sino porque era crucial para la búsqueda que realizaba. Se sentó frente a una mesa arrumbada en la esquina, oculta en la obscuridad, alejada de todo el ruido e interacciones con la gentuza, simplemente dedicándose a la observación de tantos sujetos.
Fue una robusta mujer de grandes pechos y figura voluptuosa y atractiva la única que se acercó para preguntarle qué deseaba.
―Ginebra...-Respondió, cortante. Miró fijamente a la fémina, dándole a entender que quería que se largase, algo que la ahora intimidada tabernera entendió muy bien. Abandonó a su cliente que deseaba privacidad.
Transcurrió aproximadamente media hora, tiempo en el que se mantuvo oculto entre las sombras. Fingía serenidad con la mirada puesta en su bebida. Un manto de opaco color cubría su cabeza. Siempre alerta. Todo marchaba relativamente tranquilo; el chocar de los tarros, algunas quejas e injurias lanzadas de vez en cuando, una que otra riña tal vez, lo que normalmente podría esperarse de un lugar como ese. Y Sin embargo entre aquel tumulto hubo algo que consiguió despertar su atención;
Una presencia demoniaca, aunque débil, podía sentirla, acababa de ingresar al establecimiento. Se sobresaltó un momento; Se trataba de una imponente figura masculina de sucios y ondulados cabellos castaños que le llegaban debajo de los hombros; portaba una ligera armadura. Se hallaba frente a la barra, bastante entretenido con la sirvienta, ella parecía desear más que una simple propina, sus insinuaciones eran más que obvias.
―Humana idiota... - pensaba muy para sus adentros, sólo se limitaba a escuchar aquella sugestiva charla.
Ese sujeto permaneció varios minutos más coqueteando con la fémina, aunque apenas levantando la cabeza para verla el rostro. No obstante, pudo llegar a un trato "justo" con la servidumbre, dejándole unas cuantas monedas de plata sobre el mostrador, para luego reincorporarse, yendo en dirección a su objetivo, el cual seguía sentado al fondo del lugar, oculto bajo su manto.
El mercenario cogió entonces una de las sillas, sentándose cerca suyo, frente a una mesa no muy lejos de su presa. Con disimulo tomó un pequeño trozo de papel, a la vez que sacaba carboncillo para comenzar a escribir. Observó de soslayo a la mesera con la que había conversado salir del lugar un momento por la puerta trasera, después de un rato discretamente pasó la nota.
"¿No notáis algo extraño aquí?"
La criatura se mantuvo alerta al escuchar las pisadas del ente que lo perseguía, pero debía mantener la calma, pues lo que menos quería era levantar sospecha alguna sobre quien era en realidad, al menos no allí, a pesar de que ese tipo ya lo sabía, o por lo menos lo sospechaba. Dio otro trago a su bebida, para después revisar el mensaje que le había llegado. Lo leyó y en ese momento sus deducciones confirmó.
Fue allí cuando se descubrió la cabeza, dejándose ver: Se trataba de una mujer muy hermosa, de largos cabellos negros y adornado en cuatro elaboradas trenzas de igualmente cuatro cabos, tres de ellas puestas en su cabello a modo de tres flores; siendo la cuarta dejada suelta, ordenando el cabello sobrante. Sonrío para luego soltar una leve risilla, puso entonces su atención en la misma dirección en la que la ya mencionada mosa había salido minutos antes. Así fue como decidió responder a la nota. Súbitamente se levantó, yéndose por donde la otra dama se había ido, eso sin antes aproximarse hacia su perseguidor, ante el cual por fin dio la cara;
Y ese instante pareció una eternidad. Sólo él y ella, intentando descifrar el secreto entre sus azuladas y verdosas pupilas del otro;
La mujer se mantuvo callada, limitándose a dedicarle una peculiar sonrisa a su enemigo, seguido de un tierno beso en las mejillas, llevando la palma de las manos a los pómulos de su rival, culminando en unas delicadas y tiernas caricias. Inmediatamente y de forma repentina le dio la espalda, arrojando el ahora arrugado papel que sacó de su escote sobre la mesa. El confundido cazador recogió el mensaje y desdobló el papel, leyendo así su respuesta;
"No lo sé, pero quizá la mujer de la barra encuentre lo que tanto buscáis"
Aquél al que vulgarmente conocían con el sobrenombre de "Dark", que aturdido un instante por la discordia a causa de lo sucedido momentos antes con su presa. Se detuvo a pensar detenidamente las cosas, al mismo tiempo que la veía retirarse, podía aspirar el fuerte olor a sangre y muerte que de ella emanaba. Se levantó y acomodó su capa, dispuesto a ir tras ella;
Un segundo después el desgarrador grito de una mujer resonase por los alrededores. Reducida a un cadáver, perteneciente a la joven de dorados bucles, que hasta hace unos momentos trabajaba en "La guarida del dragón" se encontraba completamente desnuda; El área del tórax abierto y desgarrado por la mitad, dejando expuestas sus entrañas, las cuales habían quedado regadas por el suelo. La herida se extendía hasta la pelvis.... Literalmente rota. Su hermoso rostro había sido desfigurado, de no ser porque minutos antes fue vista en la taberna, hubiese sido imposible reconocer el cuerpo. No se hallaba evidencia alguna del responsable. El perpetrador se había limpiado la sangre con la ropa de la muchacha, dejando tirados algunos trozos de tela; no había pistas para incriminarlo, a excepción de una huella ensangrentada dejada en la pared; similar a las garras de un zorro, un felino, o tal vez un oso, pero un poco más grande y alargada. No era conocida criatura alguna con dichas características en la zona y que pudiese acercarse al pueblo sin ser vista.
El mercenario corrió hacia el sitio de donde provinieron los gritos; se imaginaba lo peor, y efectivamente; no se había equivocado. No le sorprendió en absoluto encontrarla en ese estado. Examinó con atención los restos, de la misma forma en que se inclinaba para recoger la bolsa con monedas, que, por la brusquedad de los movimientos de la fémina, quedaron tiradas unas cuantas de estas, entre ellas las piezas de plata que le había dado. Sin dudarlo las cogió y para sí el dinero entre sus ropas se guardó.
Regresó entonces la mirada hacia la pared, a la cual se acercó para tocarla con delicadeza, rozando con las yemas de sus dedos, difuminando sin querer parte de la huella, pues la sangre aún estaba fresca; en cambio con la otra apretaba con fuerza la empuñadura del arma enfundada y sujeta a su costado;
―Entonces sois vos... -pensó en voz alta.
Otro cuerpo fue hallado pocas horas después; se trataba de un varón; con iguales características que la víctima anterior, excepto que a este le habían aplastado la cabeza, imposibilitando su identificación, siendo el único rasgo distintivo su larga cabellera roja. Y a diferencia de la dama, no se encontraron pistas, pero se podía formular que fue el mismo asesino, debido al cómo había dejado el cadáver.
Con la caída de la noche que poco a poco se hacían presente, el silencio proclamaba nuevamente el trono de Razhug'Nakal, mas no la paz. Una figura varonil se asomaba por la ventana, situada en el segundo piso de la habitación había rentado; desde allí observaba triunfante, era una sonrisa que adornaba sus finos y bellos rasgos afilados, el viento que azotaba su largo cabello, el cual se había tomado el tiempo para arreglarlo de mejor manera en trenzas. Estaba relajado, disfrutando de la caricia del viento helado y de la vista nocturna de la ciudad, iluminada de manera tenue por las antorchas y algunas farolas. Una vista incluso hermosa, tal vez demasiado para semejante pocilga como esa, rio al recordar lo ocurrido esa misma tarde; suponía que ahora debería estar siendo rastreado y buscado. Pobres ilusos, no perdían más que su tiempo, era como andar en círculos, en especial para aquel demonio con el que se topó y que ahora debería andar dándose topes contra la pared para encontrarle, aunque había algo muy raro en él, era su presencia, demasiado débil, casi imperceptible...

Sangre y Acero; furia, corazón y pasión (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora