Apariencias y malentendidos

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Lucía le dio una sonrisa más que satisfecha, aunque le costó sangre, sudor y un montón de lágrimas, finalmente consiguió controlar por completo aquello de mostrar cosas a alguien más e incluso pudo cambiar de un recuerdo a otro sin sacarlos de la visión.

― ¿Pensaste lo otro que me dijiste? ―preguntó sin quitar la sonrisa de su rostro, ante su mirada confundida se explicó— Lo de ver los recuerdos de alguien más.

― Si, pero realmente no tengo idea aun ¿cómo buscar algo que ni siquiera sé si está ahí?

― Vamos paso a paso ―respondió con simpleza―, tu misma te diste una muy buena clave, empecemos con recuerdos que ya sabes que están ahí.

Aunque estar drenando magia constantemente fue un respiro para todo su ser y el cansancio no era comparable con cómo había estado antes, su cuerpo aún no se acostumbraba por completo.

― Antoinette ―Sirio llamó, acercándose a ellas jalando las riendas de dos caballos―, necesitas un descanso.



Ella le sonrió genuinamente, se despidió rápidamente de Lucía agradeciéndole y se alejó; Sirio extendió su mano para que ella la usara como punto de apoyo, de esta manera no tuvo problemas para montarlo, probablemente que hubiese elegido vestir un pantalón hoy ayudó, estaba agradecida de que llevarlos resultase común para las mujeres en el campamento.

― No, mantén la espalda recta ―la reprendió.

― Lo siento ―Antoinette corrigió su postura de nuevo

— Confía en él, es importante —dijo esta vez soltando las riendas sin aviso previo.

— ¡No! —Antoinette se tensó— aún no estaba lista.

— Voy tras de ti —prometió—. Deja de encogerte, estas mostrando miedo y el caballo no va a confiar en ti.


Antoinette resoplo, enderezando la espalda, pero aferrándose a las riendas con tanta fuerza que el cuero tayo su piel, era mucho más fácil sentirse confiada con un caballo cuando tenía los pies en el suelo o cuando alguien más lo estaba guiando.

— ¿Cómo hago que me obedezca?

— No puedes.

— ¿Qué?

Ella hizo un movimiento brusco que el caballo respondió agitando su galopar. No ayudo.

— No puedes ordenarle nada, debes convencerlo de que te camine contigo a donde quieres.

— Sirio, a duras penas domino mi don.

— Esto no es magia —recalcó haciendo un movimiento con el que su caballo rápidamente aceleró el paso rodeando con círculos al de Antoinette—, la relación de un jinete con su caballo es de pura confianza, no importa si pertenece a un soldado o a un campesino.

— Esto me va a tomar algo de tiempo.

— A todos nos tomó tiempo, absolutamente nadie en este campamento aprendió a montar de la noche a la mañana, algunos incluso ahora no descifran el truco por completo.

Una sonrisa intentó formarse en sus labios, pero la suprimió, si ella era torpe Leonor era desastrosa.

— ¿Qué te hace pensar que no seré del último grupo?

Soltó con mal genio, arrepintiéndose inmediatamente cuando el caballo bufó y agitó su melena.

— Eres mi sobrina —soltó con simpleza—, lo harás.

Legado entre escombros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora