25. Cuando todo se va a la mierda

114 11 6
                                    

Amanda

Salir corriendo no es lo más inteligente que he hecho, pero cualquier cosa es mejor que estar en casa ahora mismo.

Siempre estoy evitando estar en casa, en especial cuando mi madre está ahí.

No sé como definir nuestra relación, solíamos ser muy unidas hace años, pero desde que salí del clóset con ella... algo cambió. Las discusiones se volvieron más frecuentes y nuestro tiempo de calidad menos agradable. A veces siento que ella está decepcionada de mi y solo está esperando el día en el que le diga "oye mamá, es broma, te presento a mi novio" o que un día me descubra besuqueándome con Derek —Dios me libre de que eso llegue a pasar— solo para sentirse mejor.

Pero volviendo a el tema de que ahora ella sabe sobre los chismes y que salí huyendo de mi casa sin pedir permiso, no sé a donde mierda estoy yendo.

Conozco muy bien mi vecindario, pasé muchas tardes corriendo o andando en bicicleta por aquí junto a David, Leo y Marcus mientras nos perseguían perros o, a veces, una Emily furiosa que daba más miedo que todos los perros del vecindario juntos.

Pero la diferencia es que ahora estoy corriendo sola y la mochila me pesa más de lo que debería. Necesitaba respirar y no se porque creí que seria buena idea, mi condición física es una basura, en especial cuando no como mis comidas como debería. Derek solía invitarme a jugar basketball con sus amigos pero me cansaba tan rápido que decidió que mejor solo me sentara a verlos, no me quejaba, el me compraba un café para que no me sintiera tan mal.

Me detengo apenas llego al final de la calle y recargo mis manos sobre mis rodillas para tratar de tomar aire. No he corrido ni siquiera una cuadra y ya parece que me va a dar un ataque, las piernas me tiemblan y me siento demasiado cansada.

Miro todo a mi alrededor en busca de un lugar donde descansar pero solo hay casas y... más casas. Todas preparadas para halloween, con decoraciones tenebrosas y calabazas. Parece que mi casa es la única que no está decorada, pero no me extraña.

Rebusco en mis memorias de hace dos años en busca de cualquier lugar que me pueda servir hasta que doy con una cafetería que según yo está a un par de calles. Perfecto.

Ahora no intento correr, me tomo mi tiempo para apreciar todas las casas hasta que doy con la cafetería. Una campanilla suena cuando abro la puerta. Hay varios sofás que para mi suerte se ven muy cómodos, unos cuantos cuadros de bandas que no conozco, una que otra planta decorativa así como también calabazas, fantasmas, arañas y telarañas de papel en las paredes y ventanas. No estoy segura de que se viera así la última vez que vine, pero se ve lindo.

Parece que es de los pocos lugares que no se esfuerza en decorar demasiado cuando llega halloween, y eso está bien, porque ya tengo demasiado terror esperándome en casa.

Me acerco al mostrador y una chica rubia con aretes de fresa y enorme sonrisa me saluda.

—¡Hola! bienvenida, ¿Que te gustaría ordenar?

Saco mi cartera de mi mochila y reviso cuanto es mi presupuesto. No pasan de los diez dólares, pero tampoco es como que vaya a almorzar mucho estos días en la escuela. Reviso el menú que está frente a mi y me voy a la segura.

—¿Podrías darme un capuchino?

Ella asiente con la cabeza y me pregunta por el tamaño, la cantidad de azúcar y esas cosas. Tengo el presentimiento de que la he visto en otro lado, pero no sé dónde, bajo la mirada a su uniforme, la etiqueta de su camisa dice Nancy.

Ella me da miradas de reojo, como si también estuviera tratando de saber quien soy, y eso me hace sentir menos acosadora.

—¿Cuál es tu nombre? —me pregunta, y por un momento me quedo confundida hasta que veo el vaso en su mano y comprendo que es para poner a mi nombre el pedido.

Una Novia Para Amanda GrayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora