Mi testimonio de amor.

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Decidido por querer abrirse con el menor, le indicó que tomase asiento sobre su cama, uno frente al otro, dispuestos a escucharse mutuamente, dispuestos a escuchar sus respectivos sentires, sus respectivos testimonios de vida.

- Este es mi testimonio, un testimonio de un amor que se fue al carajo. - exclamó, Megumi lo miraba con suma atención, lleno de calma, haciéndole sentir al mayor total comodidad, por lo que pudo continuar sin problema.

- En aquel momento, vivía cegado detrás de una máscara, una llena de narcisismo y egoísmo, cosa que después de haber herido torpemente a Suguru, pude percatarme. Él fue la única persona que me hacía plantar ambos pies sobre la tierra, no era especial y a pesar de que me molestase en un inicio que me tratara igual al resto, fue algo que a la larga, terminó por engancharme. Constantemente recibía alabanzas por ser el estudiante más "prestigioso" de Japón, Suguru felicitaba dichos logros, sin embargo , solía decir que era un humano común y corriente, y así como tenía grandes habilidades, alguien más en el mundo podría tenerlas también. Los seres humanos podemos ser reemplazables y no había nada de malo en eso, somos especiales hasta cierto punto, pero no necesarios. Eso me generaba rabia, ¿De verdad osaba llamarme así? Trataba de no darle importancia, pero esos comentarios hicieron que únicamente buscara la aprobación de él, lo que me llevó a permanecer en su cercanía, haciéndome dar cuenta de muchas cosas, una de esas el conocer la persona tan profunda e interesante que era Suguru Getō, logrando enamorarme perdidamente de aquel chico que en un inicio sólo quería sorprender. - suspiró profundamente en forma de nostalgia, recordar a aquel hombre que había conocido hace ya una década le hacía querer rebobinar el tiempo atrás.

Nuevamente retomó la palabra, tomando una gran bocanada de aire. - Crecí en un hogar con un padre que falleció a mis cinco años, con una madre terriblemente ausente y bajo la sombra de ésta misma, obligándome a encasillarme en el papel de "hijo perfecto". Como con Suguru, únicamente quería la aprobación de ella, quería sentir ese amor de madre que observaba en televisión, una relación que mediante crecía, desarrolló en mí cierto tipo de apego evitativo. Ella erróneamente me quiso dar todo, para mamá, el amor era equivalente a lo material, teniendo una carencia desmesurada de afecto y apoyo emocional, que evidentemente me afectaron en el futuro. Un apego que, en la adolescencia, me enseñó a reprimir mis sentimientos como mecanismo de protección, algo que afectaba a Suguru. Él nunca lo dijo, pero sé que era una persona sumamente complicada de acceder emocionalmente, la mayoría de las ocasiones solía evitar mis problemas, creía que se trataba de algún tipo de superficie tranquila la cuál debía luchar porque ésta perdurase así, odiaba cualquier tipo de confrontación emocional y mostraba un papel totalmente desinteresado, pero que a la hora de dicha acumulación, explotaba, dañando a Suguru en el proceso. - realmente dolía recordar la cantidad de veces en que se mostró de dicha forma, y recordar que en todas esas ocasiones, Getō mantenía la compostura y ese deseo por velar por el bien del ajeno.

- Suguru marcó un antes y un después en mi vida. - continuó, visualizando en su cabeza extensos fragmentos de su pasado. - Fue mi primer y único amor, uno que poco a poco destruía, haciéndolo fungir algún tipo de rol de "salvador" en la relación, ya que, en lugar de alejarse, permanecía a mí lado, aguantando cada apuñalada indirecta que recibía de mi parte, actitudes que para mí eran sumamente normales. Puedo jurar que en aquellos tiempos, creía que todo estaba bien conmigo, en aquel momento, para mí no existían términos como la buena comunicación, la sana expresión de emociones, la responsabilidad afectiva o cualquier término que pasaba completamente por desapercibido, las únicas faltas de respeto que conocía eran únicamente los golpes, las groserías o las infidelidades, no tenía en cuenta que la violencia podía manifestarse de muchas otras maneras. - su voz comenzaba a romperse poco a poco, realmente le costaba sincerarse, pero sabía que era necesario, ya no podía ocultar más el sentir de su alma.

- Decía amarlo. - prosiguió, aclarando un poco su garganta. - Y sí, ese amor actualmente perdura, sin embargo, desconocía el hecho de saber que debías amarte y trabajar en ti mismo antes de entrar en una relación, o del contrario, todo se iría a la mierda. - nuevamente suspiró con profundidad, había llegado a la parte final de su testimonio, aquella parte que más le dolía. - En aquella noche del 24 de diciembre de hace una década, mi mente habitaba en las oscuridades más profundas de la luna. Habían decidido celebrar las festividades en el colegio, así que me encontraba en una de las aulas de la institución, lugar donde apareció una chica, Mei Mei, actualmente estoy totalmente desvinculado con ella después de lo sucedido, así que no sé qué sea de su vida. Era de noche, ella se acercó y se me insinuó un poco, debo admitir que en ningún momento la alejé, en aquella época adoraba la atención y mucho más viniendo de alguien con suma popularidad en la prefectura, además de que, en el pasado llegue a tener un fuerte crush en ella. Se acercó y me besó, seguí el beso, no duró más de unos segundos, la alejé de mí, ya que la imagen de Suguru se había cruzado por mi mente. "Esto no está bien", dije limpiando el lápiz labial que había dejado alrededor de mis labios. A pesar de ser un completo idiota e inmaduro, sabía que eso cruzaba la línea del irrespeto, en aquel momento mi cabeza me decía que había caído bajo, más bajo que la existencia del abismo. Mi corazón latía fuertemente, por primera vez me sentía decepcionado de mi persona. - Megumi lo veía afligido, las expresiones en el rostro de su padre denotaban lo entristecido que se encontraba al escarbar entre aquellos recuerdos que lo atormentaban día con día incluso en la actualidad.

- La perilla de la habitación se abrió, dejando ver el dulce rostro de Suguru, que al ver a Mei Mei a mi lado después de observar el lápiz labial regado por mis labios se quedó paralizado durante unos segundos, tan sólo para después azotar la puerta y huir de la escena. Corrí con todas mis fuerzas para alcanzarle, finalmente se detuvo, en un pequeño puente, frente al río, en el cuál podía reflejarse la luz de la luna. Recargué mis manos sobre mis rodillas, intentando recuperar el aire, levanté enseguida mi rostro, estaba frente a mí, de espaldas. A pesar de la dura situación, nunca llegué a ver ni una sola lágrima de su parte, supongo que no era tristeza la que sentía, sino una gran decepción por mí persona. - exclamó cabizbajo, nadie podía entender lo arrepentido que se sentía por su pasado, un pasado que si le diesen la oportunidad de cambiar, quizás lo habría hecho.

- "Te di toda mi energía vital, Satoru. Mi tiempo, mi alma, mi cuerpo y mi corazón. Aguanté cientos de malos tratos por tu parte, ¿Cómo puedes sentirte con el derecho de hacerme esto? Eres patético, Satoru". - fue aquello que exclamó Suguru, permaneciendo de espaldas frente a mí.

Pedí perdón, algo que lo hizo reír a carcajadas, para después recuperar el aliento y volver a aquel silencio estremecedor que me ponía los vellos de punta, hasta que nuevamente retomó la palabra. - "Sabes, de alguna manera te lo agradezco. De no haber sucedido esto, me hubiese resultado complicado huir de ti, ahora tengo la excusa suficiente para darle fin a este sufrimiento".

- "¿Huir? ¿Sufrimiento...?" - susurré, audible para él, luciendo realmente patético. Suguru comenzó a reírse nuevamente.

- "Es gracioso que, a pesar de lo astuto e inteligente que eres, no puedes reconocer algo tan sencillo" - ante esas palabras, terminé por perder la cordura, hasta ese punto mi nivel de desesperación había alcanzado su máximo.

- "¡¿Reconocer el qué?!" - grité con desesperación, segundos después, él me respondió, completamente serio. - "La persona tan destructiva que eres.". - Aquella fue la última vez que vi a Suguru y las últimas palabras que escuché salir de su boca. En su momento, creía que el único error que había cometido con mi pareja, era la reciente infidelidad que había tenido, sin embargo, la tan fuerte depresión a la que me llevó estar sin él me arrinconó, queriendo por primera vez ayuda en mi vida, gracioso para el Gojō Satoru de aquella época, que juraba jamás necesitar ayuda ajena para la resolución de sus problemas. No pude defender aquellos erróneos ideales y fui a terapia, descubriendo ahí que los problemas no venían desde la estúpida tentación hacia Mei Mei, sino desde la nula crianza que llevé en casa, volviéndome una persona egoísta, narcisista y en busca de atención. - su entrecejo permanecía fruncido desde hace ya rato, el lenguaje corporal que su cuerpo expresaba comunicaba todo aquello que pensaba sobre el tema.

- Aún después de eso, no volví a tener una relación en mi vida, no quería aceptarlo, pero mi alma me decía que pertenecía única y exclusivamente para Suguru Getō.

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𝐓𝐞𝐬𝐭𝐢𝐦𝐨𝐧𝐢𝐨 𝐝𝐞 𝐚𝐦𝐨𝐫 - 𝖲𝖺𝗍𝗈𝗌𝗎𝗀𝗎.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora