Mi mejor amigo y marido: El beta rubio (J&J)

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[Los errores serán editados después.]

Decir que El Celo era una aventura, era quedarse corto. Jimin estaba como loco, se había vuelto un completo animal y había perdido el raciocinio por completo; solo era capaz de gruñir, morderme y metérmela sin parar hasta correrse cinco veces o más.

Aquella primera noche, perdí la cuenta de las veces que ya me había follado de espaldas, de frente o a cuatro patas. Solo había descanso durante la inflamación y los diez o quince minutos que se pasaba encima de mí, apretándome las muñecas o el cuello para que no me atreviera ni a moverme de su lado. Yo ya estaba totalmente ido y solo era capaz de regresar un poco en mi cuando me veía obligado a ir al baño a descargar los... litros de semen que me había metido dentro.

Llegó un momento en el que ya comía las barritas o bebía un poco sentado en el váter, tomándome aquello como un descanso bien merecido y un oasis en mitad de la locura en la que me había metido. Jimin nunca me soltaba y el único momento en el que se despegaba de mí era para alcanzar uno de los bidones de agua y beberlo como si acabara de atravesar el desierto. Por supuesto, también disfrutaba mucho, pero más hacia el final, cuando el sexo se fue espaciando más y más y pude recuperarme un poco antes de que le oyera volver a gruñir y buscarme. En ocasiones ni me la sacaba, solo la dejaba allí y aguardaba a que se le volviera a poner dura para mover la cadera como un perro cachondo mientras jadeaba y ponía los ojos en blanco.

El final llegó junto con la lluvia de media tarde. Lo supe porque Jimin se desperezo del sueño de dos horas y, cuando creí que solo se movería para volver a metérmela, me acarició el rostro con una barba ya bastante larga y me dijo con voz ronca:

-Ey, Jungkook.

-Ey, Jimin- murmure, sin abrir los ojos ni moverme de encima de él, donde había quedado después del último polvo.

El lobo me acarició suavemente la espalda y ronroneó por lo bajo.

-Joder, como hueles a mí...- dijo, no sin cierto rastro de placer en la voz.

-Ya, es lo que pasa cuando te pasas día y noche debajo de alguien que no para de sudar como un cerdo y de follarte como un animal.

Jimin sonrió, la primera vez en varios días.

-¿Sabes cuánto tiempo ha pasado?- preguntó.

-No sé, ¿años?

Volvió a reírse y me acarició el rostro antes de ronronear y volcarme hacia un lado para mirarme a los ojos. No se despegó demasiado, como si todo aquel tiempo no hubiera sido suficiente.

-¿Te gustó?-me pregunto.

-Meh, estuvo bien a ratos- reconocí -¿Y a ti? Parecías totalmente ido.

-No sé, solo sentía que estaba demasiado cachondo y que te necesitaba muy cerca.

-Ahm...

El lobo se acercó un poco para volver a acariciarme la mejilla y, discretamente, volver a olfatearme antes de ronronear como un gatito.

Estuvo así un rato corto hasta que un profundo ruido de tripas hambrientas nos interrumpió.

-Creo que tengo hambre- me dijo.

-¿Estás seguro?

Jimin se rio y asintió. A esas alturas ya sabía lo que el lobo podía llegar a comer de diario, así que, con un hambre de días, saqué toda la comida del congelador y la nevera que tenía allí guardada para cuando venía por la noche y me puse a calentarla. Dejándola sobre la mesa de bar frente a un Jimin recién duchado, de pelo más largo de lo habitual y barba más espesa.

Humano | ExtrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora