CAPITULO VEINTIDOS - NECESARIO

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WILLIAM GUEST

Hace una hora que he llegado a Benston y aún me hierve la sangre. La temporada en Londres ha comenzado tres semanas atrás y hasta en Manchester he escuchado hace cinco días lo solicitada que está la señora Byron por los jóvenes nobles en edad de casarse, sobre todo, después de que la señora Guest haya comentado que su lote es de tres mil libras anuales.

Casi no me hago un harakiri cuando lo escuché.

Lo peor es que dos días después lo escuché en Birmingham, donde también tuve una reunión de negocios.

Al menos se acabaron los viajes tan largos por una temporada. Necesito descansar y, sobre todo, necesito recuperar a mi antiguo Billy.

Varias señoras se me insinuaron durante el viaje y algunas insistieron mucho y yo ni siquiera obtuve una erección. Me excusé con mi esposa y todo el amor que le proceso y que se merece mi total lealtad, pero sé que el problema no es Anne, a ella no le hubiese importado, el problema es que no consigo sacarme a Emily de la cabeza.

—Hijo, no te esperábamos tan pronto —me dice mi madre al verme a su lado mientras desayuna.

—Llevo una semana fuera, madre —le recuerdo.

—James llegó hace dos días —me informa, porque mi amigo se vio obligado a viajar a Brístol, por lo que tuvo que hacer muchísimos menos kilómetros.

—¿Puedo hablar con vosotros sobre lo que he estado reflexionando últimamente? —les pregunto a mis padres.

—Dinos, hijo —se interesa mi padre.

—Prefiero hablarlo mientras damos un paseo —les explico, porque no quiero que nadie del servicio se dé cuenta de lo que estoy intentando hacer.

En cuanto terminamos nuestro desayuno, le ofrezco el brazo a mi madre y comenzamos a pasear por la propiedad.

—Lo he estado pensando y no creo que volvamos a vivir en Londres hasta que el bebé tenga doce o trece años. A Anne nunca le han gustado las fiestas y los bailes de la ciudad, por lo que no tiene sentido pasar meses en un lugar así, pudiendo vivir en Benston —comienzo a contarles.

—Tu hermano y tú tampoco vivisteis en Londres de pequeños, hijo. No es una ciudad donde criar a un niño —me secunda mi padre.

—Además, la cocinera que tenemos en Benston se va a vivir a Sheffield con su hija y su marido en dos semanas y no hemos conseguido quien la sustituya. Sin comentar que en Londres también varios trabajadores nos han informado que dejarán de trabajar en breve debido a que sus familias se trasladan —continúo.

—¿Qué quieres decirnos, hijo? —me pregunta mi madre.

—Creo que lo mejor que podríamos hacer es poner en alquiler vuestra casa en Londres. Si necesitamos ir por algunos días, podríamos quedarnos en la casa que compré para vivir con mi hermano. Elizabeth, el ama de llaves, podría mantenerla limpia y en condiciones para que esté siempre preparada y viajaríamos con algún sirviente, si fuese necesario.

—¿Alquilarla? —se extraña mi madre.

—Yo tengo muchísimas casas alquiladas y son solo ventajas cuando no le vas a dar ningún uso. El inquilino la mantiene cuidada y limpia y recibes una renta por ella —le resumo los beneficios de un alquiler.

—Podríamos decirle a Emily que se ocupe de todo y que James la ayude —dice mi padre, dándome a entender que acepta mi propuesta.

—Imagino que con un nieto en Benston, tampoco vamos a estar en Londres más que dos o tres días por temporada —dice mi madre para mi alegría.

Lady in waitingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora