Capítulo 3

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Emanuel Aguirre

Honestamente tengo muchas preguntas sobre Lola... Me pensé que todo había cambiado, pero ella sigue tan igual que hasta me da pena. ¿Cuánto tiempo estuvimos lejos el uno del otro? Ah, sí, diez años. Ambos graduados de una secundaria técnica, qué horror.

No bastaba con que fuéramos los mejores amigos, sino que además teníamos que ir a todos lados juntos, incluso yo iba con ella para acompañarla a sus salidas con el estúpido de Joel, que tras unos meses de amistad me dejó de parecer simpático. ¿Cómo estará con él? ¿Seguirán de novios? No es como si me fuera a fijar en su celular eso, por muy tonta que ella haya sido al no ponerle una clave de bloqueo.

Solo lo prendo para ver su fondo de pantalla un par de veces y me da un poco de ternura notar que está en una foto con él. En realidad, más que ternura, es molestia. Ella tan brillante, hermosa, con el pelo largo hasta los hombros, flequillito hiper mega típico de pibitas ahora, y una sonrisa dulce, mirándolo a los ojos. Él mirando por encima de ella, sonriendo como si se hubiera perdido la belleza de su novia, con el pelo rapado a los costados y un dejo horrible de arrogancia. Me dan asco los pibes como él que tienen todo caído del cielo.

Me sobresalto cuando veo la puerta de mi despacho siendo abierta y apago el celular con solo una notificación del antivirus avisando que todo está limpio; lo siento por Lola, pero eso es muy triste, más cuando ya pasaron varias horas.

—¿Señor Aguirre? —suspiro al darme cuenta que se trata de Jessica y la saludo con una sonrisa lineal—. Ya estamos por cerrar, ¿tiene un nuevo celular?

Siempre es muy detallista, así que le hago un gesto para que se acerque y la veo entre confundida e interesada. Es muy formal cuando estamos en horario de trabajo, así que no me sorprende verla con las manos detrás de la espalda y mirándome desde en frente de mi escritorio.

—Es el celular de Lola, se lo olvidó.

Ella entreabre la boca y después la vuelve a cerrar. Me quiere decir algo, pero ¿qué? ¿Por qué se lo guarda? Si ella es la co-dueña de todo esto, claro que la voy a escuchar, cualquiera sea su objeción. Y supongo que de tanta cercanía, me lee la cabeza, porque pone sus manos sobre el escritorio y se estira un poco hacia mí.

—¿Qué es Lola para usted?

—¿Perdón?

—Hace unas horas me humillaste para defenderla. "¿Acaso ahora te dedicas a castigar a los entrevistados?" —imita mi tono que suena mucho más condescendiente de como realmente lo habré dicho.

Pero sí que es resentida para recordar a la perfección lo que dije.

—Y ni hablar de que la tomaste como empleada sin entrevistarla. Pero nunca juzgo su actuar.

—Sé que no.

—Confío mucho en usted. Lo admiro, en serio.

Ay, Jessie, me vas a avergonzar.

—Pero esta actitud impulsiva suya fue esotica.

En serio me vas avergonzar... ¿Cómo que esotico? Hasta si lo hubiera dicho en español me molestaba menos.

—No fue exótica —aclaro en español y ella sigue con su misma elegancia al mirarme—. No lo fue.

—Explíquese entonces. ¿Quién es ella?

Jessica a veces es como una novia tóxica y posesiva, pero no puedo ser inmaduro cuando hablamos de una cuestión de negocio. No podría bromear con ella en estas condiciones. Debo de mostrarle respeto, ya que no soy el único que lleva esto adelante. Ella tiene una gran carga también.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora