꒰★+꒱𝐃𝐀𝐑𝐊 𝐒𝐎𝐔𝐋*ੈ✩‧₊˚
𝐄𝐋 𝐈𝐍𝐅𝐈𝐄𝐑𝐍𝐎 𝐄𝐒 𝐔𝐍𝐀 𝐌𝐈𝐄𝐑𝐃𝐀. Un territorio sumido en el caos absoluto, donde los demonios reinaban con terror, sembrando destrucción a su paso. Incluso en los rincones que no pertenecían a un Overlords, la vida era una lucha constante, plagada de peligros y dificultades.
Sin embargo, a Ethan todo eso le importaba bien poco. Su existencia se había convertido en una cómoda no-vida, una rutina monótona y sin alicientes que transcurría entre las paredes del castillo de Lucifer.
Su llegada al infierno aún la recordaba con nitidez. El despertar en el suelo de una sala espaciosa, la desorientación inicial, la aparición del mismísimo Lucifer y la confirmación de que, efectivamente, se encontraba en su morada. Todo ello había quedado grabado en su memoria con una extraña sensación de calma.
Su apariencia no había cambiado en lo absoluto, o al menos eso él creía. Lo único diferente era su piel, ahora un poco más pálida, y su cabello albino, que permanecía inmutable. Quizás lo que más destacaba eran sus orejas, similares a las de los elfos de las películas, y su altura, que había aumentado considerablemente.
Lo que sí le tomó tiempo acostumbrarse fue al crecimiento de sus dientes blanquecinos, no al punto de ser afilados como los de Lucifer, pero sí con unos caninos más prominentes.
Sus ojos grises, siempre tan límpidos y serenos, ahora brillaban con una chispa de fuego inusual. Uno de ellos, en particular, resaltaba por una estrella brillante que palpitaba con un ritmo propio. Esa fue la característica que más lo cautivó, aunque Lucifer mencionó que era producto del contrato que los unía.
Los pasos de Ethan resonaban con una cadencia tranquila y serena en el pasillo. Su mirada, serena y algo distante, se deslizaba por las paredes, ignorando deliberadamente los cuadros que las adornaban. En ellos, Lucifer y Lilith se enredaban en escenas que parecían contar una historia de amor y pasión prohibida. Ethan sentía que todavía le faltaba mucho camino por recorrer antes de poder siquiera contemplar la posibilidad de quemar esos malditos lienzos.