01.- La muerte trae gloria.

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I N I C I O:

La enemistad de los chupasangre y los licántropos siempre estuvo presente desde milenios, desde su aparición y evolución, odiando y catalogando al otro
cómo el monstruo más repugnante. Ambos eran monstruos. Sin embargo, el desprecio era algo más complejo, era un instinto de supervivencia y búsqueda de poder del más fuerte.

Los hombres lobos o también llamados licántropos, eran bestias territoriales y de fuerte unión de manadas, conquistadores y cazadores nocturnos. Era una raza gloriosa que todavía mantenía la pureza de su sangre al ser muy reacios a los desconocidos, pero ellos estaban destinados a la victoria al tener una mordida letal para cualquier ser vivo: dientes fuertes, mandíbula destrozadora de huesos y saliva con efectos anticoagulantes. Una amenaza a la especie de los vampiros.

Sin embargo tenían un defecto; eran nómadas y primitivos. Si los lobos fueran una sola manada, podrían conquistar el mundo; pero no, son orgullosos, salvajes y posesivos.

Tan idiotas.

O eso pensaba Shōto, un solitario dhampiro que, casualmente y su desgracia, habitaba en el mismo bosque de una manada de lobos salvajes.

Él juró vivir en silencio y bajo la luz del sol, comer pequeños animales y plantar nabls por ahí, una vida tranquila a escondidas de los de la especie de su padre. Pero, sí el no deseaba problemas ¿Por qué se involucraba en ésto?

—Por favor, préstame tu fuerza. —El gran lobo frente a él rogaba desde más de una hora y Shōto solo ignoraba mientras recogía algunas ramas secas— ¡Salva a mi gente, por favor!

Era sorprendentemente ver a un lobo siento tan humillante, siento tan patético con la cabeza pegada al suelo, lágrimas gruesas cubriendo su rostro y la tierra cubriendo su piel, ensuciando el pelaje castaño y desordenando su imagen imponente a una tan débil como un ratón frente a un tigre.

—No quiero —dijo al instante, nuevamente repitió las palabras que dijo los días anteriores pero está vez en su voz había mucha irritación—. Hoy estoy de mal humor, pero te doy una oportunidad de vivir, lárgate.

El lobo se encogió cuando los ojos dispares lo miraron de reojo, tan peligrosos que parecían brillar con absoluta intención asesina.

—Por favor, haré cualquier cosa…—murmullos incoherentes comenzaban a salir de la boca del lobo, temeroso—. Algo pasó... Desde el oeste una manada misteriosa está atacando y destruyendo todo a su paso, no tenemos la suficiente para defender a nuestras familias. ¡No tenemos ayuda! La manada del sur nos ha ignorado, no p-podemos... No podemos frenar este ataque. —El lobo golpeó la tierra, destrozado e impotente— Por favor, mi hermano, el anterior Alfa, ha muerto. Mañana amenazaron con golpear a las mujeres, matar los cachorros, yo no puedo... ¡Soy débil! Un inútil, por favor.

Humillando su presencia, bajando la cola y aferrándose a la esperanza de salvar a su manada, al lobo marrón castaño le dolía su orgullo, pero el anterior Alfa le dijo de aquel intruso antes de morir y él solo podía rogar a su única salida.

Él debía lograr hacer un “pacto”.

Los vampiros no se caracterizan por su reproducción, por lo cual son muy escasos, mas eso no limita el poder que fluye en su sangre. La criatura enfrente del lobo parecía joven, casi un niño, pero no significaba que fuera realmente débil y que tuviera menos de un siglo de edad.

—Esfuerza tu cuerpo y tiempo en luchar, muere con orgullo. —La cara del lobo se desfiguró en una expresión lamentable—. Yo no te ayudaré.

—¡No me importa morir! —gritó desesperado— realmente no me importa... pero no quiero que Mitsuki muera, no quiero que mi cachorro muera. No lo deseo, te lo ruego. Ayúdame…

Shōto dió otro suspiro largo, mordiendo el interior de su mejilla y meditando en silencio. En ese acuerdo él iba a perder, tenía mucho que perder.

—¿Qué me das a cambio?

—Mi servicio, respeto y...

—No lo quiero.

El lobo castaño quedó plasmado, mirando a los costados como si la iluminación le brindará una nueva idea. Mordió el labio y apretó los puños, haría cualquier cosa para protegerlos.

—No tengo nada que ofrecer, además de mi vida. No soy muy egoísta para sacrificar a los demás por mi debilidad, lo siento.

Shōto arqueó una ceja.

Un silencio sepulcral.

En la mente del lobo ésto era impactante, tenía mucho pánico y una gran angustia palpitante que no le permitían respirar tranquilamente. Pero no debía de ser débil, no podía fallar. La única luz de luna llena se posaba sobre su cabeza, los árboles frondosos y el olor de la hierba en su nariz, la expectativa de una respuesta era opacada por los sonidos de los animales y búhos anunciando el final.

Tenía miedo.

—Tu nombre.

—¿Ah? —Se sorprendió un minuto.

—Dime tu nombre.

—Bakugou… Bakugou Masaru.

—Está bien —Shotō asintió y soltó las ramas que tenía en sus brazos— aceptaré formar un “pacto”.

Masaru asintió con determinación, unas palabras más y cerró los ojos mientras el de ojos dispares se acercaba. Acepto su final con alivio, a pesar que sus únicos remordimientos aullaban por regresar y despedirse. Negó e inclinó la cabeza.

Shōto lo decapitó.

[...]

Shōto odiaba realizar “pactos”, pues, a pesar de su naturaleza híbrida, todavía podía realizar dichos contratos, aunque siempre significaban derramamiento de sangre innecesaria.

Los restos del cuerpo que entregó eran grandes, un lobo gigante pero con una enfermedad terminal que limitaba su vitalidad. Evitó el sentimiento de sentirse estafado, pues solo tenía dos cosas de proteger en vez de una manada entera.

Una loba y su cachorro.

Sí, tan molesto.

¿Por qué todavía tenía un corazón tan simple? Hubiera sido más fácil decir que no, mentir diciendo que no tenía fuerza o que le daba flojera intervenir por otros. Debía haber dicho que no, que se mueran y lo dejen en paz, pero no, era un idiota.

Masculló varias maldiciones mientras daba los últimos pedazos de tierra alrededor de una tumba improvisada, palmeó la tierra y finalmente colocó unas flores silvestres encima del gran montículo. Era ridículo, Shōto era ridículo.

El perturbante silencio arruinado por los escalofriantes sonidos de los grillos, eran molestos. Su mente se contrae y expande, llenos de pensamientos vacíos que lo logran conectar. Quizás debió dejarlo vivir o quizás no…

No debió de aceptar.

Se iba a arrepentir.

Negó y se levantó, palmeó sus ropas para quitarle la suciedad pero la sangre en sus manos no se quitará. Apenas comenzaba a salir los colores del amanecer, tonos rojos y amarillos alumbran el bosque y anuncian una masacre.

Se demoró demasiado en su entierro ya que al regresar en sus sentidos el olor a sangre inundaba todo su alrededor, arrugó la nariz y la tapó con ambas manos al detectar un olor repugnante y familiar.

Masaru se equivocó.

Esas cosas no eran lobos, tampoco una manada misteriosa y extraña.

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Notas:
Estoy haciendo varios arreglos.

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⏰ Última actualización: Feb 09 ⏰

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Ojo carmesí |BKTD/TDBKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora