Capítulo 219: Sondeo

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Los ojos de Lumian se clavaron en los de Louis Lund, que ocupaba el asiento del conductor del carruaje, y recibió un asentimiento de confirmación.

Respirando hondo, Lumian se dirigió hacia el carruaje de cuatro ruedas, se agachó y entró en él.

Comprendió la gravedad de la situación.

Madame Pualis, prudente y consciente, se abstuvo de responder por carta. En su lugar, se escondió cerca del número 9 de la Rue des Pavés, anticipando la llegada de Lumian para la respuesta. Esta estrategia minimizó eficazmente el riesgo de ser perseguido y acorralado.

En un abrir y cerrar de ojos, la atención de Lumian fue captada por una figura familiar.

Ataviada con un vestido negro de corsé meticulosamente confeccionado y un sombrero redondo de dama ligeramente pícaro, desprendía un encanto evasivo. Sus cejas rebeldes, sus ojos marrones y sus labios húmedos irradiaban encanto. Una cascada de cabello castaño, medio recogido y medio suelto, adornaba sus hombros. Aunque informal, su elegancia, inmaculabilidad y encanto seguían siendo innegables. No era otra que Pualis de Roquefort, la esposa del administrador de Cordu.

"Cuánto tiempo sin vernos", le saludó Madame Pualis con una sonrisa, pero sus ojos emitían una mirada gélida que producía escalofríos.

Simultáneamente, Lumian observó un cambio en su entorno.

El carruaje desapareció, dejándolo abandonado en un páramo desolado.

No había nada ante él, y Madame Pualis se había desvanecido en el aire.

Justo cuando Lumian se maravillaba ante este desconcertante giro de los acontecimientos, surgió en el suelo una sombra colosal e irregular.

Instintivamente, levantó la mirada, encontrándose con un reflejo de plumas marrones.

Cada penacho rivalizaba con el tamaño de su cabeza, formando un par de alas que parecían oscurecer los cielos.

Estas alas pertenecían a la propia Madame Pualis, que creció en estatura, volando en el aire. Sus pies se transformaron en garras de ave, brillando con un fulgor escalofriante.

Resonó una voz majestuosa y etérea.

"¡Deberían haberte enterrado con Cordu!"

El corazón de Lumian se contrajo. Empuñando su revólver, giró rápidamente y corrió hacia el borde del desierto.

Si las visiones de este sueño tuvieran una pizca de verdad, ¡podría escapar de Paramita una vez que alcanzara sus límites!

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

Lumian maniobró en una trayectoria curva, disparando balas al aire. Este constituía su único medio de asalto a larga distancia.

A pesar de su inmenso tamaño, Madame Pualis demostraba una notable destreza. Las ráfagas generadas por el batir de sus alas interrumpieron la trayectoria de las balas, permitiéndole reposicionarse hábilmente.

Un chillido desgarrador salió de su garganta.

Delante de Lumian, la tierra bajo el desierto se agitó, el suelo se desprendió en cascada, dejando al descubierto otra entidad monstruosa.

Una pitón, fallecida hace tiempo, emergió del suelo. La mayoría de sus escamas azules se habían descompuesto, dejando al descubierto carne podrida y huesos mellados.

Un olor repugnante llenaba el aire mientras todo el cuerpo de la pitón se retorcía de pus amarillo y gusanos deformes.

Sus ojos inyectados en sangre miraron con condescendencia a Lumian. Gusanos de seda translúcidos se retorcían dentro y fuera de sus cuencas oculares huecas.

LOTM 2: Círculo de Inevitabilidad Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora