Mikado (Parte I)

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Gloria Fuentes <gloriafuentes(arroba)gmail.com>

para mi

Asunto: ahkhfoirjo

Mensaje: ¿Alguna vez te has parado a pensar en cómo funcionan los semáforos? :)


El corazón es un músculo. En hipertrofia, existe una teoría que dice que durante el entrenamiento de fuerza, algunas fibras musculares deben romperse para que el músculo crezca. El proceso es el siguiente: rotura, recuperación, crecimiento. Con nuestro corazón sucede exactamente lo mismo. Caernos. Levantarnos. Aprender. Amar. Dolor. Paz. Ese es el sentido de nuestra existencia. Nos pasamos la vida persiguiendo el éxito, adquiriendo cosas materiales, preocupándonos por el pasado, estresándonos por el futuro. Creemos que el sentido de la vida es conseguir ese "algo". Ese "algo" que nos dará la felicidad y nos hará sentir realizados. A algunas pocas les llega, otras se pasan toda la vida persiguiendolo. Pero si hay algo que puedo deciros con certeza, es que tanto a los que les llega como a los que no, no van a sentirse felices o realizados. Disculpadme el spoiler.

¿Por qué? Porque han leído mal el enunciado. Están buscando en el lugar equivocado. Buscan fuera, cuando "eso" está dentro. Es como cuando pierdes las gafas de ver y empiezas a buscar desesperadamente por todos los rincones de tu casa, en donde crees que podrías haberlas dejado. De repente paras, pasas la mano por la cabeza y allí están. Las llevabas todo el tiempo encima de la cabeza y ni te habías dado cuenta.

Después de la extraña primera cita, Gloria y Horacio empezaron a verse todas las semanas con regularidad. Horacio, en la segunda cita, le confesó a Gloria que apenas había pasado un año desde su última relación seria.

- Ah, ¿y cuánto tiempo estuviste con ella?— preguntó Gloria, mientras le daba un sorbo a la copa de vino.

Once años. — respondió él, impasible.

- ¡¿Once años?! - Gloria abrió los ojos como platos. — ¿Y por qué lo dejasteis?

- Porque ella quería quedarse a vivir en el pueblo, comprar una casa y tener hijos. Siempre se quejaba de mi estilo de vida, no le gustaban mis libros y...— bajó la vista hacia su plato. Parecía apagado, como cuando la pantalla de tu ordenador va disminuyendo la intensidad de la luz, debido a la falta de batería.

- ¿Y qué?— preguntó Gloria ansiosa. Deseaba conocer toda la historia. Deseaba entender qué era aquello que había ido mal, para no repetirlo ella también.

- Pues me desencanté de ella, perdí el interés, empecé a sentir un vacío extraño dentro de mi. No sentía nada. Pero ni por ella, ni por nadie, ni por nada. — respondió Horacio sin mirarla a los ojos.

- Oh, vaya, lo siento. ¿Y no habéis vuelto a hablar desde entonces? - la respuesta de Horacio no la había dejado satisfecha, es más, se le acababa de formar un nudo tremendo en la garganta.

- No... Le dije que "ya hablaríamos", pero eso nunca sucedió. Ninguno de los dos buscó al otro.

- ¿Y ella? Se suponía que eras tú quien necesitaba espacio. Tú el que dijo que volveríais a hablar...- "Tendrá narices el tío", pensó Gloria para sus adentros.

- Ella tampoco dijo nada más. — "Corre Gloria, corre, aún estás a tiempo", le susurró la voz de la conciencia. "Si se lo hizo a ella también te lo hará a ti", repitió la voz.


Después de la cena empezaron a andar hacia ningún lado. Gloria no terminaba de entender las intenciones del chico. Por un lado, parecía muy interesado en ella, por otro, notaba algo frío en él, que la inquietaba. Se sentaron en un banco y él sacó del bolsillo de la chaqueta una caja de cigarrillos. Le ofreció uno a Gloria. Gloria vaciló unos segundos antes de aceptarlo.

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