A life with you

559 100 22
                                    

-¿Puedo vivir contigo? —Esa pregunta lo tomó por sorpresa, a pesar de que ya lo tenía claro desde el primer momento en el que recibió las llaves.
Los ojos de Gustabo se movían a todas partes; a los floreros caros, las lámparas gigantes que colgaban del techo, los muebles limpios y sobre todo, las grandes y acolchadas camas matrimoniales que eran muy diferentes a las del psiquiátrico.
Gustabo siempre había querido una cama.

-Ya vives aquí, conmigo. —Isidoro podría ser el putero mas bonachón de la ciudad, pero cada que pensaba en una vida, Gustabo estaba en ella.
Se lo dijo con una sonrisa grande y sincera, con unos ojos que a pesar de todo el lujo que lo rodeaba, solo lo miraban a el.
Gustabo, con un tono nostálgico y jugueton, le recordó su no tan antigua y sedentaria vida.

-Todavía no puedo darte las llaves, tengo que hablar con el casero para que me las dé. —El asintió y le restó importancia, como si el hecho de vivir en una mansión junto Isidoro fuese solamente un infantil plan a futuro.
Sin decir nada mas y con diferentes pensamientos en la cabeza, ambos marcharon a trabajar.

[. . .]

Las piernas de Isidoro temblaban a la par que su mano izquierda rascaba frenéticamente su frente.
En el interior del chaleco policial, había una cajita decorada con un moño carmin.

-Ya estoy, ¿vamos? —Gustabo palpó sus bolsillos una última vez y estando seguro de todo, se subió a la patrulla.
Isidoro le había prometido llevarlo a ver las nuevas reformas en su extravagante casa. Antes de emprender camino, Isidoro le dió una ultima mirada a su compañero.
Este masajeaba circularmente su cuello, estirandolo y doblandolo  mientras buscaba el punto exacto de su dolor.

-¿Estas bien, "Tete"?

-¿Eh? Si, estoy bien. —Nadie se lo creyó, pero era normal ser fatalmente ignorado por Gustabo García, así que se vió obligado a hacerlo.
Al cabo de unos longevos minutos, llegaron.

Entraron a la mansion y Gustabo con los ojos cubiertos (por plegarias de Isidoro) se detuvo en un pasillo.
Abrió los ojos.

-¡Ta-dah!~ —Las comisuras de sus labios se torcieron hacía arriba, no lo suficiente para ser llamado una sonrisa. 
Frente a sus narices, se hallaba un cuadro gigante con nada mas ni nada menos que una foto de ellos.
Gustabo recordaba ese día como uno muy bueno. Isidoro, mirando disimuladamente los ojos del contrario, tambien.

-Joder, ese día fue tremendo. . . ¡Lleno de éxitos! —Sin despegar la mirada del cuadro, coloco las manos en su cadera. Mas Isidoro no planeaba dejar morir la conversacion en un recuerdo pasado.

-¡Y hay mas, Gustabo! —Rebuscó en su ropa bajo la atenta y celeste mirada a su lado.
Sacó dicha cajita y se la pasó a Gustabo, con una mueca ansiosa.
Sin tapujos ni demora, abrió el recipiente y destrozó el lazo, dejándolo caer al piso.

Sus expresión se arrugó a una repleta de dudas, sacando de su interior, un llavero con al menos cinco llaves en el.
Entonces, hicieron contacto visual.

-¿Y esto? —Le molestaba un poco su desinteres, mas el nerviosismo que hacía temblar su voz y colorear sus mejillas, tomaron todo el protagonismo dentro de sí.

-Las llaves de la casa, bobo. —Entonces Gustabo recordó. En su rostro se veía pura vergüenza, sin saber como sostener correctamente el llavero en su mano. Titubeó un poco, con los labios demasiado partidos como para abrir la boca sin sentir dolor.

-Yo. . . No creo poder aceptarlo, Isidoro. —Lo miró, buscando una ayuda en sus ojos.

-¡¿Por que?!

-No creo que pertenezca aquí, a este lugar. . .  —Isidoro asintió con seriedad. —Tú sabes que yo soy una rata callejera, nunca podría funcionar. . . —Intentó devolverle las llaves, mas el pelinegro no extendió la mano devuelta. Este, se cruzó de brazos y entrecerró los ojos.

-Deja de quitarte valor, gilipollas. No voy a permitirte que te sigas tratando como una mierda, ¿me oyes? —Se acercó a Gustabo, empujando las llaves a su pecho. Sin poder dar lugar a objeciones, volvió a hablar.
-Tú viviras conmigo. Eligiras un cuarto y todas las noches me voy a asegurar de que estes durmiendo, ¡justo ahí!

Si no estuviesen siendo vigilados, tal vez se atrevería a decir algo mas. Pero por ahora lo único a lo que podía atribuir su preocupación y cariño, era su compañerismo en comisaria y su amistad dentro del psiquiátrico.
Gustabo finalmente accedió con algo de pena a elegir su habitación y a recibir las llaves. Isidoro, con una gran sonrisa, lo rodeó por los hombros de manera amistosa.

-Gustabo.

-¿Mh?

-Gracias.

-¿Por qué?

-Por dejarme compartir una vida contigo.

Gustabo no lo admitiría, pero muy en el fondo se había sonrojado.
Muy en el fondo se había sentido querido, tal vez amado.
Solamente rió.

-Pff, ¿eres poeta ahora? Venga, ¡a laburar!

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 14 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Our home | Isidoro X GustaboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora