XLIII: Lecciones

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Al día siguiente Zeth prácticamente no estuvo en la casona, la tormenta había causado varios incidentes en la zona de los corrales de los camellos por lo que trabajó todo el día allí con Murat y los demás hombres.

En la casona también se ocuparon de hacer los arreglos necesarios. Sobre todo, en la habitación de Samira, que fue la más afectada. Por suerte solo fueron algunos vidrios rotos y nada más y las mujeres de la casa se pudieron hacer cargo de todo.

Samira se encontraba casi en todo momento buscando con la mirada a Zeth, deseaba tenerlo cerca, pero luego, al instante se sentía estúpida, ¿Cómo se puede llamar la atención de un hombre como Zeth? Samira extrañaba a sus amigas, seguramente Lizi o Tamara sabrían aconsejarla al respecto. Trataba de imaginarse como sería Catherynah y se sentía totalmente derrotada. Seguramente aquella chica, también heredera de la sangre de los hijos del desierto, debía ser una mujer más formada, con pechos y caderas llamativas, un cuerpo fuerte, delgado, esbelto y seductor, del cual ella se sentía muy lejos de alcanzar para competir. Cuanto más pensaba en aquella historia que Farah le había contado, más deseaba ver alguna fotografía de esa Catherynah. Pensaba que, si la veía, tal vez pueda encontrar algo que imitar de ella para captar la atención de Zeth. O, al contrario, darse cuenta de lo lejos que estaba de ser llamativa para él. Pero en el viejo continente las fotografías eran raras y muy difíciles de conseguir.

Samira también se daba cuenta, que tanto Zeth como sus hombres no estaban desocupados los meses de verano como todos solían decir, al contrario, hacían de los mas variados trabajos. No solo se encargaban de mantener saludables a sus caballos y camellos de carga, si no que también ayudaban a los comerciantes a tener sus puestos y casas en buen estado, luego de las tormentas y los fuertes vientos, hacían mantenimiento de caminos y murallas, además de dedicar unas horas al día al entrenamiento.

Samira pensaba que también debía encontrar sus actividades, al menos hasta que comiencen las clases de la escuela en unos tres meses y medio más. Rania le había dicho que seguramente si quedaba embarazada luego de su boda no le permitirían tomar clases. Pero ella de verdad quería terminar la escuela, y sobre todo allí, donde las clases no eran solamente sobre materias teóricas o artísticas, si no también prácticas y formativas para mas roles de los que había en su tierra natal. Farah le había contagiado una fascinación por el arco y flecha, ella le había mostrado como entrenaba en casa, solo por deporte y Samira quedó encantada, por lo que tenía pensado aprovechar cada vez que Zeth y Amin se iban a entrenar, ella visitar a Farah para que la instruya en el arco y flecha.

Samira tenía la impresión que los días en el antiguo continente eran más largos e interesantes que en el nuevo continente. En esos días el clima fue inestable y las noticias del regreso de Mehmet con la respuesta del consejo de ancianos se hacían esperar.

El viejo continente parecía ser más estéril y golpeado por el cataclismo universal de hacía miles de años, pero estaban mucho más avanzados en otras cuestiones ecológicas, por ejemplo, no había rastros de materia plástica, el aire era más limpio, sobre todo en las montañas y oasis más pequeños como el de los Kelubariz. La pólvora era inexiste en todo el territorio, las armas de fuego eran totalmente ilegales, solo se conservaban como antigüedades o por sus materiales. Samira solo había visto algunas en la habitación de Zeth, pero nunca lo vio portar una, ni mucho menos usarla. Aquello hablaba de una sociedad que buscaba no cometer los mismo errores que los llevó a la casi destrucción de su mundo.

Samira estaba fascinada con los libros de la biblioteca de los Kelubariz, pues había libros super viejos, incluso un ejemplar que databa de años previos al cataclismo, esos libros eran muy escasos y rarísimos de encontrar. Estaba muy maltratado, pero aún así, se podía leer la mayoría de sus páginas. Trataba sobre los ancestros de la familia Kelubariz y del antiguo imperio que vivían bajo la protección de los dioses. La sangre de su prometido, tenía un antepasado antiquísimo y casi místico, pues parecía que las características genéticas de los hijos del desierto los convertía en semidioses. Samira pensaba que Zeth correspondía a las descripciones, no tanto así su hermano Zahid, aunque los dos tenían cabellos oscuros con cejas prominentes y barba espesa, cuerpos esbeltos y espaldas, brazos y piernas fuertes. 

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora