DUODÉCIMA PARTE

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¡Bonjour!

¡Buena lectura!


- Inés, debes realizarte estudios en la clínica -dijo con suavidad- yo me encargaré de todo, no te preocupes.

Aunque intentaba trasmitir tranquilidad, en el fondo Victoriano tenía ganas de tomarla en brazos y salir corriendo al hospital para que la revisaran y saber con certeza el estado en el que se encontraba.

- ¡No! -fue la respuesta de Inés- ya estoy aceptando mi destino y si voy a morir, prefiero hacerlo en la paz de mi hogar que en un cuarto de hospital, conectada a esos horribles cables.

Victoriano la abrazó con fuerza, sintiendo tanta impotencia.

- Por favor, Inés -suplicó- no es momento para que te pongas terca. Necesitas ir a que te examinen, debemos saber cuál es la situación real de tu estado de salud.

- ¡No pienso someterme a esos estudios interminables, dolorosos y horribles! -se mantuvo firme- ya te dije que voy a esperar aquí a la muerte.

Victoriano optó en guardar silencio, por el momento sería mejor flexibilizar el tema.

Pasados unos minutos, debido al cansancio y a su debilidad, Inés cayó en un sueño profundo.

Victoriano aprovechó para comunicarse con Diana.

- Victoriano -saludó la mujer, al otro lado del teléfono- ¿Cómo sigue Inés?

La amiga esperaba una respuesta simple, como que solo era exceso de trabajo lo que hizo a Inés tomar un descanso. Lastimosamente Victoriano tenía otra noticia.

- Diana... dime. ¿La has notado rara estos días?  -preguntó con intención de determinar desde hace cuánto Inés ocultaba su estado.

- Bueno... la he visto un poco pálida y algo cansada -respondió- es que trabaja demasiado, yo creo que está estresada.

- Ojalá se tratara de eso -manifestó desde lo más profundo de su ser- Diana, tengo la sospecha de que Inés tiene una recaída... creemos que el cáncer ha vuelto.

Diana quedó obnubilada ante la noticia.

- No puede ser... Victoriano, ella ya estaba curada... no... no lo entiendo -susurró con voz temblorosa.

- Diana, lastimosamente el cáncer es así -hubo un silencio entre ambos, hasta que el hombre continuó- voy a cuidarla y trataré de convencerla de que vayamos a la clínica. Inés, se niega a acompañarme, dice que acepta la muerte y prefiere morir en casa.

Diana comenzó a llorar y antes de colgar rogó al doctor que cuide de su amiga, también le recordó que podían contar con ella incondicionalmente.

Horas más tarde, Victoriano subió a la habitación con una bandeja de sándwiches y una jarra de jugo de durazno.

Inés seguía durmiendo, el hombre depositó la bandeja sobre la mesita de luz y con cuidado la despertó.

- Cariño, necesitas alimentarte. No has comido nada... -le dijo con suavidad.

Inés se retorció entre las sábanas, negándose a comer.

- Inés, te lo ruego...

Al escuchar la voz de Victoriano a punto de quebrarse, Inés accedió a incorporarse en la cama para que el hombre le acercara la bandeja.

- Yo voy a comer contigo -la animó mordiendo un sándwich antes de acercarlo a la boca de Inés- solo un poco.

Para su sorpresa, la comida le pareció estupenda al paladar de Inés, de modo que la mujer se lanzó sobre las sándwiches devorandolos con auténtico placer.

¿QUIÉN ME HA ROBADO EL MES DE ABRIL?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora