𝗧𝗼𝗱𝗼 𝗺𝘂𝘆 𝗯𝗶𝗲𝗻

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Una tarde de invierno, un bosque repleto de pinos majestuosos con pequeños toques de blanca nieve mientras se escucha el correr del río que se encuentra a lo lejos. Souya se encontraba en la cabaña que su prometido había rentado para ellos mientras Rindou prendía una fogata para tratar de preparar algo de comer —aunque era seguro que Souya terminaría cocinando todo—. Todo aquello era lo que Rindou había anhelado tanto conseguir junto a su futuro. Pasó de estar en una oficina siendo esclavo de una rutina a estar junto al chico al que él llamaba el amor de su vida.

El sonido de la leña al arder mezclándose con el aroma de la madera quemándose lentamente volvía reconfortante el ambiente. Souya había tomado el control de la cocina mientras Rindou, por su parte, estaba sentado en un rincón, observando con una mezcla de admiración y amor cómo Souya se movía con destreza alrededor de la cocina improvisada.

—¿Sabes? Nunca imaginé que podríamos tener un momento como este —dijo Rindou, rompiendo el silencio, Souya levantó la mirada y sonrió ampliamente.

—Lo sé, pero aquí estamos. Finalmente, lejos de todo lo malo. Es como un sueño hecho realidad.

Rindou asintió, perdiéndose por un momento en sus pensamientos. Recordó los días en que apenas podían verse, los años que estuvieron alejados del uno al otro. Ahora, todo eso parecía un pasado lejano, o al menos lo era en sus sueños más profundos.

Sintió cómo su entorno se difuminaba, como si la realidad se disolviera ante sus ojos. Parpadeó varias veces, tratando de aferrarse a aquella dulce fantasía, pero la oscuridad lo envolvió antes de que pudiera hacer algo. Despertó de golpe en su habitación, envuelto en la penumbra del amanecer. La luz tenue que se filtraba por la ventana no lograba calmar el dolor agudo que sentía en su pecho. Con cada despertar, el peso de la realidad se hacía más insoportable. Souya no estaba allí, no más.

La verdad era cruda y dolorosa: estaba solo, atrapado en una vida que parecía no tener más propósito que el sufrimiento. Desde el asesinato de Souya, y posteriormente, las muertes de su hermano mayor y de Nahoya, había caído en una profunda depresión. Aquellos sueños eran su refugio contra el dolor que desde ya casi un año lo acompañaba, y que en vez de mejorar, era cada vez peor.

Se levantó lentamente, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies desnudos. Caminó hacia la ventana y se quedó mirando el exterior. Las personas y los medios continúan con su vida, indiferentes a su dolor. Los coches pasaban y el mundo giraba como siempre lo había hecho, completamente ajenos al dolor que lo mataba vivo lentamente.

Rindou dejó escapar un suspiro profundo. Las noches eran su única forma de encontrarse nuevamente con Souya, de vivir aunque fuera por un breve momento, la felicidad que les había sido arrebatada por un hombre igual de consumido por el dolor y la pena. Cerró los ojos y permitió que las lágrimas rodaran por sus mejillas mientras las imágenes del bosque, la cabaña y Souya volvían a formarse con claridad.

Algunos meses atrás le hubiera sido más sencillo seguir adelante, pues Ran era quien lo consolaba y lo calmaba durante aquellas primeras noches después del accidente cuando se levantaba gritando, desesperado. Al final del día él era su hermano mayor, y por más que Ran fue, en cierta medida, algo desinteresado en el dolor ajeno, cuando se trataba de él podría darlo absolutamente todo.

Ahora estaba por su cuenta, tratando de sobrevivir con una culpa descomunal, pues sobre sus hombros ya no estaba solo la muerte de su amado, sino también la de su hermano y la de Nahoya, quien no tenía nada que ver con Bonten, pero que aún así salió afectado. Era como si el destino le hubiese arrebatado todo lo que amaba, dejándolo a merced de la soledad.

Rindou caminó hacia la sala de estar sin muchas ganas, sentía que el simple hecho de estar despierto era un castigo. Tomó la botella de licor que tenía en el comedor dispuesta a acabársela y se dirigió hacia uno de los sillones que tuviera vista a la ciudad. El contraste de la indiferencia social con su propia soledad era casi insoportable, pero se obligó a permanecer allí, contemplando el vacío de su departamento, escuchando el silencio que prevalecía día y noche sin detenerse.

𝐀𝐥𝐥 𝐓𝐨𝐨 𝐖𝐞𝐥𝐥 || 𝐇𝐀𝐘𝐋𝐎𝐅𝐓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora