Capítulo 6

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Emanuel Aguirre

Yo siempre fui un desubicado. Me manejaba rompiendo las reglas, "metiéndome en peleas", preocupando a mis profesores por los golpes que había alrededor de mi cuerpo y haciendo enojar a mis viejos. No es nada de qué sorprenderse que la única que me intentaba salvar de detonar era Lola, cuando aún estábamos juntos, como mejores amigos.

Es increíble cómo los roles pueden llegar a cambiar tan súbitamente como para que ella ahora esté con los cachetes colorados, volviendo a leer los manuales por mi pedido y bajando la cabeza por completo, sin verme ni tampoco quitarse el flequillo de encima; debe estar muy avergonzada o está a punto de llorar y no me lo quiere demostrar.

—¿Todo bien? —pregunto cuando ya no soporto verla de esa forma y ella levanta la cabeza. Para mi sorpresa, sus ojos no están llorosos.

—¿Qué se supone que es "llevar una caminata ligera con las manos a los costados"?

Me sorprende esa pregunta y me saca rápido una risa. ¿En serio pregunta algo tan tonto como eso? Tengo que admitir que es ingeniosa para no afrontar sus problemas reales.

—¿Cómo creés que es?

Se para rápido, camina con los brazos bien pegados a sus costados y con pasos muy rígidos, como si fuera uno de los guardias reales de Inglaterra. No puedo evitar reírme sin parar, quizás volviéndola de nuevo a su mood avergonzado, pero es imposible mostrarme impasible.

—Qué horror —murmuro y escucho cómo se vuelve a sentar en su sillón, pero tiene una expresión bastante tranquila para la tremenda humillada que le pegué. Igual, mejor que no le sientan mal mis palabras—. Ignorá las boludeces esas.

—¿Un jefe como vos podría llamar esto "boludez"?

—"Un jefe como usted" —le corrijo y ella suspira—. No podés tratarme de vos en el trabajo.

—No hay nadie más que nosotros dos acá.

—No, pero después te malacostumbrás.

—¿Y vos qué sabés? Si ya no me conocés.

—Tratáme de usted —insisto y ella se acomoda uno de esos mechones rebeldes detrás de la oreja. ¿Alguna vez se va a cambiar el corte?

—Solo en público.

Es muy caprichosa, pero no puedo soportar esta actitud o Jessica se va a enojar conmigo... Es como una esposa estricta cuando se trata de esta empresa, así que prefiero no hacerla enojar y marcar mis límites. Al fin y al cabo, Lola no es más que mi empleada.

Me levanto de mi lugar, me acerco a ella intentando verme lo más destendido posible y pongo mis manos en ambos bordes del sillón, inclinándome un poco.

—Mirá Lola, me da lo mismo qué llegues a pensar o no, pero vos a mí me tratas como tu jefe, ¿queda claro?

—Emanuel...

—Señor Aguirre para vos.

Mi tono es tan frío que me duele la garganta cuando me alejo de sus ojos confundidos y cuando noto que cambia su expresión, que deja de ser la Lola que yo conozco para pasar a ser una simple empleada con la que no tendría que tener relación ni me debería de por qué afectar nada de su forma de ser.

Esto es lo correcto, ya lo sé, pero... igual me duele. Me pincha un poco notar que todos los días vamos a tener que hacernos un paso al costado.

Creí que tenía mis sentimientos a un costado hasta ahora... Qué iluso por pensar que podría escapar de la nostalgia.

Me pongo a ver de nuevo mi proyecto y vuelvo a sentir mi teléfono vibrando. Evidentemente Ewan está muy al pedo trabajando para la empresa de su papito, pero yo no puedo darme el lujo de estar igual que él. O sí, quizás podría ver algunos de sus tantos mensajes, si total solo me queda revisar unos últimos detalles para Nike.

Las ocurrencias del diseño | ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora