Capítulo II Cola gusano.

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  Los últimos rayos de sol se filtraban entre las copas de los abedules, el tenue resplandor lamia el suelo mientras se desvanecía a los pies de un castaño, el tronco nudoso se erguía imponente ante la mirada de un joven cervatillo que olisqueaba el piso cubierto de hojas, alzo la nariz en dirección al viento como si buscara un aroma, pero parecía no haber encontrado nada, bajo el hocico para seguir hurgando entre la hojarasca.

  Al cabo instante pareció darse por vencido y a punto de cambiar su rumbo, hasta que entre la espesura de los matorrales se oyó el crujir de una rama, el cervatillo se puso en total tensión y alerta, levanto la cabeza y las orejas comenzaron a deambular de manera indiferente una de otra, el nerviosismo ya era palpable, comenzaba a encabritarse y en ese instante desde los matorrales salto una ardilla rojiza que seguidamente era perseguida por otra, ambos roedores se corretearon entre la hojarasca y luego subieron el castaño dando giros hasta perderse entre la tupida copa, el cervatillo nunca les quito los ojos de encima y resoplo de aparente alivio; y allí cuando hincho por segunda vez sus pulmones fue cuando se dio por perdido, justo detrás del matorral saltaba hacia él una ráfaga negra conformada por pelos y dientes.

  El cervatillo alcanzo a esquivar la embestida, abrió las patas y dio par de zancadas, en ese instante la ráfaga de pelos se cayó al suelo y giro sobre sí mismo, los últimos rayos del sol dejaban ver su silueta que era la de un perro más grande de lo habitual, el mismo gruño mostrando los colmillos y trato de lanzarse por segunda vez sobre el cervatillo que esta vez no intento esquivarlo y se encomendó a la huida. La bestia le persiguió, pero el cervatillo era rápido, corrió hacia unos matorrales y en el último instante cambio de dirección la criatura no pudo detenerse y choco. El cervatillo hizo un pequeño gesto de emoción y corrió rodeando el castaño, el perro le persiguió y nuevamente hizo una pequeña maniobra y cambio de rumbo, cosa que no funcionó en esa ocasión, el perro fue igual de listo y le siguió, así que no le quedo más opción que solo correr.

 El Bosque era espeso y comenzaba a oscurecer con rapidez, las ramas de algunos árboles eran lo suficientemente bajas para casi rozarle, y perfectas para que su cazador chocara contra ellas, ese tipo de acciones le llenaban de confianza y le hacían un poco más osado, así que cambio del sendero de forma repentina y vio que la criatura negruzca no le pudo seguir, corrió un par de metros más y en ese instante se detuvo albergando la ilusión de haberse deshecho de tu perseguidor. Mantenía las orejas en alto todo el momento, atento a cualquier ruido y movimiento, mantenía la respiración entre cortada, y cuando se dispuso a avanzar se percató que uno de sus cuartos traseros se estaba comenzando a hundir en el suelo, este se volvía fangoso, igualmente lucho y se liberó para seguir huyendo a través de un claro en el bosque; corrió sin atibar o detenerse a analizar su entorno, escucha moverse el follaje a su alrededor, pero eso no logro sembrarle la duda; el claro se había acabado y ya había dejado atrás la espesura, si lograba llegar al valle le sería más sencillo librarse de la criatura que le cazaba, o eso pensó, justo antes de alcanzar los linderos del bosque algo lo impacto por el costado, se revolvió, giro y vio como el gran perro negro trataba de hincarle los dientes en una de sus patas delanteras. Ambos giraron y se retorcieron formando un ovillo el uno con el otro, el perro rodó sobre el pasto perdiendo pelo y volviéndose aún más grande, sus patas traseras se estiraban a la par que su hocico se presionaba contra tu rostro; en esa misma acción el cervatillo luchaba contra una serie de espasmos involuntarios que encogían su cabeza y estiraban su torso, ambas criaturas se quejaron sobre la hierba a la vez que se retorcían y dejaban en su lugar a un hombre alto en sus treinta y tantos, de melena y bigote vestido con una gabardina oscura; en contra parte el cervatillo se había convertido en un niño delgaducho con poco más de diez años, con una melenilla negra que cubría su frente y tras de unas gafas ocultaba unos ojos casi tan verdes con la hierba donde reposaba.

Harry Potter - El niño que vivió (fan-fiction)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora