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La guerra que había azotado el reino durante años, finalmente llegaba a su fin. Pero el pueblo estaba hundido en caos y miseria, era común que la gente vendiera a sus hijos como esclavos o prostitutas al rey vencedor, a cambio de un poco de oro o algo de tierras.

Ese día Uther Pendragon volvía junto a sus soldados llevando consigo una docena de jóvenes dentro de un carruaje acondicionado como jaula.

Gowther el viejo consejero del reino se acerca con su silla de ruedas a observar las nuevas adquisiciones, le llama la atención el más pequeño de los jóvenes, tenía el cabello largo hasta los hombros y se encontraba temblando mientras abrazaba sus rodillas, su ropa estaba andrajosa y sucia.

-¿Cuánto pagaste por este?- le pregunta al rey, mientras observa como los demás comienzan a bajar. 

Los soldados los revisan, junto con el médico real, los más fuertes serían entrenados como guerreros, los más débiles servirían en las granjas.

-¡Vamos niño levántate! No tenemos todo el día- le grita un soldado.

-Ese pequeño renacuajo fue casi un regalo, realmente dude en aceptarlo, pero el tipo insistió- Gowther se para frente al caballero quien lleva al infante a rastras- Dudo que sobreviva al invierno, pero solo me costó 2 monedas de cobre, su padre, si es que lo era, seguramente se estará emborrachando en una cantina.

-Creo mi señor, que deberíamos hablar en privado- dice mientras lo invita a ir tras los establos.

El rey lo ve dudoso, pero confiaba en sus consejeros, como todo rey sabio debía hacer, así que obedece a Gowther y llevan consigo al pequeño, mientras los soldados se marchan.

-¿Ves algo especial en este?- dice Uther dudando, ya que lo notaba bastante débil y a punto de colapsar. 

-Reconozco a un descendiente de Belialium cuando lo veo, aunque han pasado décadas desde la última vez que me tope con uno.

-¿La famosa ciudad de los magos? ¿Este simple niño? 

-Si, mira la marca en su brazo, son runas, tatuadas en sus primeros años de vida mediante magia, también parecen ser de alto rango- señala mientras acaricia la cabeza del menor- ¿Quieres una prueba?- añade mientras le entrega una pequeña ficha de madera en las manos- ¿Entiendes nuestro idioma?- el pequeño niega con la cabeza.

El viejo consejero entonces dice algo en un lenguaje extraño, que a Uther le parece impronunciable, el pequeño pelinegro aprieta la ficha con sus manos, cierra fuertemente sus ojos y luego separa sus palmas para revelar una flor.

-¡Es un mago!

-Y uno con mucho potencial si entrena adecuadamente- ríe Gowther- Además, hay otro detalle mi señor, se trata de una niña.

-Una mujer- continúa su sopresa- Pensé que solo los hombres podían usar magia.

-Los viejos sabios de Belialium tenían en su poder mucho conocimiento, pero también muchas supersticiones y tabúes- explica el rubio- Las mujeres son más temperamentales, más volátiles, sin duda más difíciles de educar y más peligrosas, por eso no pulían sus habilidades y las delegaban a simples aprendices o herbolarias. 

-Pareces saber mucho del tema.

-Fue un mago de Belialuin el que me enseñó magia en mi adolescencia, me contó algunas cosas sobre su ciudad y también me dijo algo muy importante- toca la mejilla de la niña quien cierra los ojos como temiendo un castigo- No importa si eres hombre o mujer, la magia solo florece en seres extraordinarios.

-¡Perfecto!- exclama Uther asustandola mientras la levanta en brazos sin mucho esfuerzo por lo liviana que era- ¡Serás el regalo para mi hijo!

-¿El príncipe?

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