Álvaro

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La luz del sol hizo que poco a poco me despertase, aunque aún seguía un poco adormilado.

Me iba a levantar pero me di cuenta del chico que tenía al lado acariciándome él pelo y que sonrió cuando me vio abrir los ojos, y en vez de levantarme lo que hice fue abrazarlo.

— Buenos días Alvarito.

—Buenos días Polito, ¿Dormiste bien?

—¿Acaso lo dudabas? Me resultaría difícil imaginar dormir mal estando aquí.

—Mi amor, no sé que gustos tendrás tú, pero yo desde luego no elegiría una caravana como mi sitio favorito para dormir.

—No me refería a la caravana bobo, me refería a estar contigo.

Me reí y le di un pequeño golpe en el brazo.

—Para una vez que te digo algo cursi y acabamos siempre riéndonos, realmente somos de lo que no hay, ¿Eh?

— Pero eso es lo que lo hace mejor.

Nos seguimos riendo y le di un pequeño beso en el hombro.

Nos quedamos ahí abrazados un par de minutos más hasta que Paul se levantó.

—¿Te vas ya? Quédate un rato más venga. — Le supliqué poniendo ojos de cordero.

— Lo siento mucho pero el desayuno no se hace solo, además no estoy acostumbrado a pasar tanto tiempo tumbado. Quédate tú si quieres.

Tal y como dijo Paul, yo decidí quedarme tumbado un rato más.

Cerré los ojos y me quedé pensando en todo lo que habíamos vivido estos últimos días, había sido todo tan rápido y tan intenso que nunca pensé que me llegaría a importar alguien tanto como me importaba él en tan poco tiempo. Y todo esto por cantar juntos.

Hablando de cantar... ¿Yo no tenía un bolo hoy?

Mierda, se me había olvidado, tenía que espabilarme si quería llegar a tiempo, aunque odiaba que todo esto se tuviera que acabar ya.

Quería aprovechar el tiempo que me quedaba a su lado, así que me levanté de la cama y cuando fui a ponerme una sudadera para no pasar frío fuera y poder ir con él, me di cuenta de que había una carta que ponía mi nombre.

Quise abrirla y leerla pero no sabía si era el momento, así que la guardé y me fui con Paul fuera.

Paul estaba comiendo mirando al lago, se veía tan tranquilo que al principio pensé en darme la vuelta y comer en la caravana, pero en ese instante se giró y con una gran sonrisa me indicó que me sentase a su lado.

—Te he preparado un poco de café, está en el termo, toma.

—Te amo, eres el mejor.— Me acerqué a él y le di un besito en la mejilla.— ¿Le has echado azúcar?

—Tres cucharadas, y porque más me parecían demasiadas.

—Para mí nunca son demasiadas.

—Lo sé, por eso mismo.

—Igualmente eres el mejor, gracias.

Me acerqué aún más a él y me recosté en su hombro mientras desayunaba.

—Nos vamos a tener que ir ya mi amor, se me había olvidado que hoy tenía que cantar.

—Lo sé, no te preocupes. Ahora nos montamos en la caravana y nos vamos.

—Espero no haberte arruinado el viaje.

—¿Por tener que irnos ya? Para nada, además lo sabía de antes. Me sé mejor que tú la fecha de tus bolos.

Las palabras que siempre te quise decir | Alvaul / Polvorones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora