Prefacio

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 Mis ojos apenas podían abrirse, hasta haciendo el mayor esfuerzo posible por abrirlos, se cerraban solos. Mi cuerpo apenas se movía, me sentí una momia o una estatua, estaba tan quieta estando tan cómoda y abrigada. Era imposible tratar de levantarme, rendida, apreté mis ojos, me di la vuelta y preparada para dormir de nuevo, pero llegó ella. Típico truco de las madres, prendió la luz. Abrí apenas los ojos para ver que sucedía, pero el foco me quemaba los ojos y me impedía abrirlos.

—¡Apaga la luz!— le rogué a mi madre, esperando que por una vez en su vida sea piadosa conmigo y la apague antes de dejarme ciega. 

 —No, levántate, tienes que ir al colegio— ya era la segunda vez que me lo decía en la mañana, pero no me importó, y aunque estaba cómodamente inmóvil, alcé mis brazos hasta agarrar mi almohada y así taparme la cara. —Aria, tienes que ir al colegio.— me recordó. 

 —Sí, puedo ir mañana también.— ofrecí aquella tentadora idea, faltar al colegio. Que digamos, mi mente no estaba del todo despierta y no podía pensar en muchas cosas para excusarme y así no ir, pero de apoco, comenzaba a despertarse y eso haría que terminase levantándome para ir a la escuela. Mi madre dejó de hablar, pero sentí sus pasos acercarse a la cama. Ahí viene el segundo paso de "Cómo despertar a tus hijos por las mañanas", típico de las madres desesperadas por levantarnos. Tiró todas mis mantas y frazadas hacía atrás, dejándome sufriendo aquel horrible frío de la mañana. Quizás no hacía frío, pero bajo todas aquellas mantas, me sentía plácidamente durmiendo bajo el Sol, en alguna playa, dónde hacía cuarenta grados, pero el calor era gratamente soportable. El frío del nuevo clima me cubrió, comencé a temblar, decidida me senté aun con los ojos cerrados y palpé por toda la cama con mis dos manos, buscando algún indicio de mis frazadas, para taparme y volver a dormir, pero mi intento sobre recuperar mis amadas mantas fue nulo. Abrí cuidadosamente mis ojos, para que la luz no me cegará por completo, y las observé tiradas en el piso al pie de mi cama, muy fuera de mi alcance y comodidad. 

 Había pedido la guerra, mi madre me había ganado y ahora, debería ir al colegio. 

—¿Puedes apagar la luz e irte? Así me cambio, no puedo ver nada.— le pedí con un susurro, después de no hablar por más de ocho horas mientras duermo, mi garganta no tiene muchas ganas de soltar muchas palabras. Ella suspiró y apagó la luz, rápidamente abrí los ojos que todavía se me hacían pesados, querían cerrarse y mi cuerpo rogaba por volver a aquella cama que ahora parecía llamarme, para seguir durmiendo. Pero ya era tarde, me había despertado casi por completo. 

—Apresúrate, no quiero que llegues tarde al colegio— gritó mi madre. Pf, llegar tarde al colegio sería lo mejor que me podría pasar. Estoy segura que mataría al que inventó que los alumnos podríamos asistir al colegio por las mañanas, con un pica-hielos. A otra que mataría con un pica hielos sería a Melanie ¿en serio tenía que tocarme, justamente, con ella? Era como si el que inventó lo de las clases por la mañana, se reencarnó en el cuerpo del que arma las listas de los alumnos y sus salones y me puso con ella. No la quería ver, para nada. Además, verla ahí, siempre encima de Niall...Oh, Niall. 

 Me vestí rápidamente y dejé de pensar tan temprano en aquella estúpida, para así, mientras me preparaba, pensar en Niall. Oh gratos pensamientos e imágenes del lindo irlandés que se aparecían en mi cabeza. Ahora apresuré mi paso, porque realmente quería llegar a tiempo para verlo. Tenía mi primer clase del Lunes, (oh bendito Lunes) con Niall, la clase era Biología. Luego los Miércoles y Viernes tenía la misma asignatura con él, pero sino, no lo veía. Mientras que con Melanie la zorra, tenía casi todas mis clases. 

Its Gotta Be YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora