Capítulo tres.

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Felipe.

Me quede quieto cuando lo vi irse y no fui tras él, cuando salió huyendo una vez más de mis brazos y lo vi alejarse cada vez más de mi, de nuevo.

Mi mandíbula se tensó al verlo irse de nuevo y sentir como mi jodido orgullo volvía a ser pisoteado por una segunda vez, por el mismo omega.

Lo que sentía por Juani no era más que una mera obsesión, una obsesión que era tan insana con todos los sentimientos que él me había provocado desde hace mucho tiempo. Olvidando todo lo que fuimos y rompiendo todas las promesas que habíamos hecho.

Yo había cambiado desde entonces. Aún recuerdo cuando me preguntaron si alguna vez me habían roto el corazón y respondí que no, porque en ese entonces, no sabía lo que era sentirse con el corazón roto.

Lo odiaba tanto como lo anhelaba.

Y eso me hacía sentirme enfermo.

Tome posesión de mi asiento una vez entre a mi oficina y me serví un poco de vodka en uno de los vasos de cristal y lleve el líquido a mi garganta, sintiendo como este se quemaba con el líquido que pasaba por ella. Bebí hasta el último sorbo en un intento por amortiguar y alejar todo lo que Juani había removido una vez más en mi sistema, tratando de alejar su aroma, ese dulce y exquisito aroma que siempre me dejaba ansioso y necesitado de más.

—Mierda —la palabra salió de mi boca con dos o tres tonos más grave de lo que era mi voz.

Lance el vaso contra el suelo con rabia y pase una mano por mi cabello.

Tome el folder que tenía en mi escritorio donde estaba toda la información del socio que quería unirse y leí su nombre una vez más en él, sabía que era él, desde un principio supe que lo era y a pesar de que no era mi obligación estar durante esa reunión, lo había hecho porque quería probarme y auto convencerme de que lo que sentía por Juani, había quedado enterrado hace años, dos veces lo enterré y sin embargo, me había dado cuenta de que aún lo deseaba.

Apreté los papeles en mi mano y los lancé a la basura sintiéndome frustrado y enojado conmigo mismo, llevando mi mano hasta mi cabello para despeinarlo y gruñir lleno de frustración.

Mi lobo seguía reclamándolo y yo también lo hacía, carajo yo sabía que ese omega era mío, mío para todo.

Pero esta vez no lo perdería.

No me importaba que tendría que hacer, pero esta vez, no lo dejaría escapar, ni una maldita vez más.

[...]

Cinco días después. Esa mañana yo había decidido ir al lugar donde se llevarían acabo las fotografías previas para el marketing del proyecto, no había querido asistir pero desde que supe que Juani estaría ahí, lo hice y llegue a primera hora ese día.

Entonces lo vi, llevaba algo más cómodo que el otro día, solo era una polera blanca y una chaqueta color café junto a unos pantalones beige, su cabello rizado caía en hermosos y definidos rizos, sonreía pero sus ojos estaban hinchados, porque había llorado.

Sabía que había llorado todos esos días.

Cuando me vio, su sonrisa se borro pero yo no desistí y me acerqué para saludarlos hasta ver cómo alguien lo alcanzaba desde atrás observando a un alfa de ojos azules y sonrisa irritante. Lucas, lo conocía, siempre había sido buen amigo de Juani desde que nos conocíamos y siempre estuvo pegado a él.

El cabrón me irritaba demasiado.

—Señor Otaño —su asistente me saludo con una sonrisa nerviosa—. No sabía que iba a venir hoy...

Un corazón de promesas (LIBRO #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora