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Septiembre, 2021

—Entre pasillo y ventana, ¿qué preferís?

Medité las palabras de María Laura Berch, observando su rostro a través de la pantalla del ordenador. Mi madre estaba sentada a mi lado en el sofá de cuero negro, en silencio. Mi padre a varios metros, junto a la puerta.

—¿Pasillo y ventana? —cuestioné, sintiendo, por algún motivo, que se me aceleraba el corazón—. Espera, ¿qué...?

Ella sonrió. Y entonces lo entendí.

—Me estás jodiendo.

—Enhorabuena, Domaris.

Miré a mi madre, con pánico en los ojos. No podía ser real. Debía de haberme quedado dormida en una de las clases a distancia de Penal, que no me estaba gustando nada.

—¿Te subís o no? —insistió María, aun riendo ante mi reacción.

—Yo...

—Sí —dijo mi madre, asomando la cabeza a mi lado—. Perdón, pero, sí, se sube. Claro que se sube.

Reí, sintiendo que comenzaba a orbitar fuera de mí misma. No tenía ningún sentido.

—Me alegro, Domaris. Y mamá de Domaris. Mañana mismo te envío los primeros documentos y comenzamos a platicar. ¿De acuerdo?

Asentí, sin ser capaz de formular palabra.

—Chau pues. Y felicitaciones de nuevo, Doma. De verdad. Lo hiciste re bien.

—Muchas gracias, María. Estamos en contacto.

Me despedí de la directora de casting y finalicé la llamada. Sentí que me explotaba algo en el pecho y una oleada de líquido caliente me recorría de pies a cabeza. Y después entré en pánico.

Negué con la cabeza, cerrando de golpe el portátil. No. Estaba loca. No podía hacerlo

—No voy a hacerlo —aseguré de repente, con lágrimas desprendiéndose por mis mejillas—. Les llamo otra vez y les digo que he cambiado de idea.

—Ni se te ocurra —se apresuró a decir mi madre— Domaris, no.

—Ama. Es una locura.

—Lo que es una locura es que no aproveches esta oportunidad.

—¿Qué oportunidad? Si yo no soy actriz.

—Para algo enviaste el vídeo del casting, ¿no? —cuestionó mi padre.

—No debí dejarme convencer por Eva... No puedo irme. Es una locura.

—Domaris. Te lo dije hace meses y te lo repito ahora. No puedes poner en pausa tu vida por mí.

—No estamos hablando de irme a Madrid, ama. No son cuatro horas de bus o una hora de avión. Primero tendría que irme a Uruguay, y eso son... ¿11 horas de avión? Otro puñetero continente... es demasiado lejos.

—Cariño, ¿tú te das cuenta de lo que es esto? —señaló mi portátil en la mesa de centro—. Es Juan Antonio Bayona.

Sí. Lo sabía perfectamente. Lo sabía desde hace meses, después de haber pasado las primeras fases del casting. Había hablado con él varias veces. Con Bayona. Lo cual me seguía pareciendo surrealista, pero ese no era el tema más importante en aquel momento.

—Y la historia... Me he leído el libro. Es increíble. Vas a representar a la única superviviente femenina de la tragedia de los Andes y a la única española del accidente.

Mónica Sorní. Una de los diecisiete supervivientes del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya de 1972. En ningún momento me llegué a imaginar cuando leí las dos escuetas páginas de diálogo que se trataba de ella. Y ahora no me la podía sacar de la cabeza. Se había creado una extraña conexión en mi interior, como si fuese una amiga de toda la vida. Nunca la había visto en persona, aunque había visto varias conferencias suyas por internet en los últimos meses, y me había leído varios de sus libros. Era escritora. Era poeta.

hielo y sal | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora